Caminó sobre la alfombra para no hacer ruido. El pasillo estaba muy oscuro, cualquier otra noche las tinieblas la asustarían y no se atrevería a enfrentarse a ellas, ni siquiera con la protección de su valiente osito de peluche. Sin embargo esta no era cualquier noche, en Reyes todo era diferente. Las sombras eran las de las figuras de Sus Majestades, los ruidos, sus pasos. Era una noche en la que no existía el miedo.
Avanzaba despacio, en silencio. Al llegar a la entrada le sorprendió oír ruidos en el descansillo de la escalera. ¡Qué emoción, seguro que los Reyes estaban ahí! Se escondió detrás de la puerta para verles sin ser vista.
Esperó. Los Reyes se peleaban con las cerraduras sin éxito. Se preocupó. ¿Y si no podían entrar? Papá siempre cerraba la puerta a conciencia y ni siquiera la perspectiva de recibir a Sus Majestades le incitaba a relajar un ápice la barricada de acceso. Si no les ayudaba desde dentro se quedarían todos sin regalos. ¡Qué idea más terrible!
A través de la mirilla comprobó que se trataba de los Reyes Magos. Distinguió tres figuras y eso bastó para convencerla. ¿Quién más se presentaría a esas horas? Giró la llave con cuidado para no espantarles y abrió la puerta. Los tres hombres la miraron boquiabiertos.
- ¡Bienvenidos, Majestades!- saludó. - Sé que preferís que no os descubran pero, en vista de que no podíais entrar, no me ha quedado más remedio que intervenir - les explicó.
- Gracias por tu ayuda, pequeña - le respondió uno de ellos, el único que parecía haber recuperado el don de la palabra.
- Pasad, pasad - les invitó la niña. - No os quedéis en la escalera.
Los Reyes se miraron entre sí un tanto dubitativos antes de decidirse a entrar. Al contemplarlos de cerca Carmen disimuló su decepción, no tenían el aspecto que imaginaba, no se parecían a los de la Cabalgata. Comprendió que les faltasen las capas y las coronas, tanta parafernalia para trabajar no resultaba práctica. Los monos que vestían, aunque nada regios, eran más adecuados. Llevaban la barba descuidada y la piel oscura de Baltasar era más agitanada que negra. ¡Qué desmejorados los encontraba! ¡Vaya ojeras! Seguro que el motivo era que estaban agotados. Necesitaban reponer fuerzas.
- Os prepararé un tentempié - les informó antes de dirigirse a la cocina.
Mientras la leche se calentaba, colocó unas galletas y unos dulces en una fuente. Por si preferían algo salado rellenó otro plato de jamón, pan y queso. Ya se lo explicaría a mamá al día siguiente. Claro que, probablemente, nadie la creería. ¡Qué pena que su hermana no fuese a conocer a los Reyes! Eso contribuiría a aumentar su espíritu navideño. ¿Y si los retuviese? ¿Cómo?
Al servir los vasos se le ocurrió una idea. Quizá no estaba bien lo que iba a hacer pero los Reyes tenían tan mala pinta que les vendría bien descansar. Sin darle más vueltas cogió las pastillas de dormir de papá y las diluyó en la leche. Puso todo sobre la bandeja y se dirigió al salón.
Un Rey la esperaba en la puerta. No le permitió entrar pero a Carmen le alegró ver cómo hacía los honores al jamón. Sus compañeros también se asomaron a probarlo.
- Tienes que acostarte mientras trabajamos - le dijo uno.
- ¿No puedo quedarme con vosotros? - pidió la niña.
- No, eso es imposible o mañana no tendrás tu sorpresa.
- De acuerdo. Me iré cuando terminéis de comer, a mamá no le gusta que se queden los platos sin recoger.
Debían de tener hambre porque enseguida dieron buena cuenta de todas las viandas. Carmen devolvió la bandeja vacía a la cocina, metió los platos y los vasos en el lavavajillas, oyó ronquidos en el salón y se fue feliz a la cama.
Se despertó al oír la puerta. ¡Los Reyes se iban a marchar sin despedirse de ella! Se levantó y corrió a la entrada. Sus padres saludaban a unos policías. No parecían muy contentos. ¿Qué sucedía?
- ¡Papá! ¡Mamá! ¿Habéis visto a los Reyes Magos? - preguntó casi sin aliento- No quería que os los perdierais y les di unas pastillas de dormir. ¿Hice mal? ¿He estropeado la noche de Reyes?
Uno de los policías se agachó y la miró a los ojos.
- No te preocupes, no ha pasado nada. Los Reyes ya habían trabajado mucho y les convenía dormir. Tus padres nos han avisado para que viniésemos a recogerles y escoltarles. Sus Majestades no deben andar sin protección por el mundo. Has sido tan atenta con ellos que seguro que tendrás una recompensa.
- ¡Y también un saco de carbón!- añadió su padre.
Carmen se quedó tranquila. Todo iba bien. Por esas fechas su padre siempre mencionaba el dichoso saco de carbón, aunque los Reyes nunca colaboraban con aquella amenaza. Este año no era una excepción. Entre todos sus regalos, no encontró ni un trozo de picón.
11 comentarios:
Fsnyssyico cuemto, buen final
Cuando lo lea Carmen, desde tan lejos, seguro qie reclma un saco de carbon.
Que disfrites fee los Reyres.
A mi me han dejado el primet piar de los pajaros que anuncia la primaveta.
Ah ... y un tubo de Lacasitos !!!
Perdon por los errores Los Reyes no me han dejado gafas nuevad
Me encanta! Me voy a currar, mil gracias, ya me levanto con otro espíritu.
Qué historia tan mágica, me encanta el toque de humor. Nuestra Carmencita, aunque sea con buenas intenciones, es de armas tomar.
Felices Reyes
jajajajaja,genial!!
Sole
Genial!
Estos cuentos son lo tuyo, Grumpy, te pongas como te pongas. Tienes el don de captar la atmósfera íntima familiar, mucho más difícil y atractivo que esas nubes rosáceas en las que te encanta vagar. Además le pones la necesaria gotita de humor, para que no quede ñoño. Un cuento es un cuento: siempre tiene que tener algo de increíble (si no, es otra cosa); pero tiene que ser verosímil. Sabes superar esa dificultad. Me gustaría que practicaras más.
Es una preciosidad
un beso muy fuerte
Totalmente de acuerdo con el tito Paco.
Como he decidido escribir con buenas gafas desde el ordenador y no desde el teléfono veo el ilegible comentario que envié.
Mil disculpas.
El tio Paco, que es como el tio de todos los que leemos el blog, que razon tiene y que comentarios tan apropiados siempre, deja de flotar y escribe esas historias familiares que tanto nos gustan y nos hacen reir e incluso los que tenemos una gran familia identificarnos a veces con ellas. enhorabuena y a seguir escribiendo para deleite tuyo y de los que te leemos. Marie.
Amigademadre por dios, pongase usted las gafas ¡¡¡¡¡¡ jajajajaja, de todas formas se la entendia todo. Es lo mismito que me pasa a mi sin ellas cuando escribo. Marie.
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