Hace unos días las dos amigas se juntaron con la intención de despedirse en las Cortes de Adolfo Suarez. Al llegar a Banco de España les sorprendió la cola de gente que se encontraron. Cuando les informaron de que la fila llegaba hasta Sol optaron por cambiar de planes. No aguantarían tanto tiempo a pie quieto.
-Seguro que las camelias ya están en flor - afirmó amigademadre.
Para comprobar si era así ambas se encaminaron al jardín botánico. Tenían razón: las camelias estaban en flor, y los rododendros, y el árbol del amor... Se adentraron entre las plantas siguiendo las huellas de la primavera y en cada rincón descubrían algo nuevo y emocionante que las impulsaba a buscar más allá. No fue el cansancio lo que las hizo regresar sino la falta de luz que acompaña a la caída de la noche. Eran sólo las siete y media de la tarde pero encontraron la puerta de forja cerrada a cal y canto. No se veía a nadie. Estaban solas en su jardín.
Estudiaron el terreno. Definitivamente la idea de saltar la verja era descabellada. Entre la cirugía reciente del pie de una y la fractura del mismo más antigua de la otra, semejante intento es fácil que las hubiese sacado de allí, sí, pero en ambulancia y en dirección a un hospital. ¿Y si tenían que montar un campamento? Descubrieron unas lonas que podían protegerlas de la intemperie y en un momento habían dispuesto cual sería el mejor modo de colocarlas para que resultaran cómodas aunque, finalmente, no llegaron a probarlas.
La Señora se acordó de que, recientemente, había visto un reportaje sobre el 16 cumpleaños del 112 en el que revelaban el número de intervenciones de ese servicio durante el 2013, nada menos que 350 millones en los 28 países de la Unión Europea. Con la esperanza de su caso se contase en las estadísticas del 2014, llamaron para exponer su situación y solicitar ser rescatadas. La operadora les puso en contacto con uno de los guardas del Retiro al que relataron su historia. El hombre no pudo evitar reírse durante la exposición de los hechos pero les prometió que las sacaría de allí. Les indicó la zona a la que debían dirigirse y las dos damas le obedecieron sin rechistar. Para amenizar la espera, las llamó mi tío.
- ¿Os pillo en mal momento?
- La verdad es que no - le tranquilizó la Señora. - Nos hemos quedado atrapadas en el jardín botánico y esperamos que llegue el guarda que nos abra.
- ¡Qué casualidad! A mí me acaba de sacar un vecino del ascensor. Al menos vosotras no tendréis riesgo de claustrofobia.
No, la verdad es que desde esa perspectiva había coyunturas mucho peores que la suya. A fin de cuentas, pernoctar en el jardín botánico no sonaba como un mal plan. Un ascensor no poseía el mismo encanto. Al menos ellas sabían escoger el lugar en el que acabar encerradas.
- Suponíamos que avisaban de algún modo antes del cierre - se excusó la Señora.
- Se toca un silbato - les explicó el hombre.
- Estábamos al fondo y no hemos oído nada - aclaró amigademadre.
- Hay que soplar muy fuerte para que se oiga bien. Si no se veía a nadie por los alrededores, es posible que mi compañero no insistiese al asumir que estaba todo vacío.
- No tiene importancia. Muchas gracias por venir a abrirnos.
- No hay de qué.
Desde ese día ambas consideran que su jardín las ha adoptado y que ahora es mucho más suyo. Mi tío se plantea si en el Prado le dejarían hacer lo mismo. Disfrutar a solas de los cuadros, durante una noche entera, se le antoja irresistible.
4 comentarios:
Fiel relato de una "historia prestada". Lo pasamos muy bien y tranquilas mientras la "noche no se echara encima" - decía la Señora - ni "los lobos apareciesen" decía yo.
La crónica ha omitido la "llegada de los bomberos". Altos, fuertes, enrojecidos por las llamas (¿?) asomaron por la verja con enormes escaleras ... Quedarán en nuestro recuerdo - ¿fantasía? - para siempre.
Que Antonio y Chani ni sueñen en copiarnos. No es apto para mayores.
Perdernos una noche en el Prado será nuestra próxima aventura.
Yo también me quedé encerrada una vez en un parque botánico. Lo recuerdo como la última travesura llena de aventura y misterio. Salté la valla. (La saltamos) Me reí mucho. Los guardias de las puertas creo que a veces eligen a alguien y se guardan el silbato en el bolsillo. Así le regalan una aventura a alguien de vez en cuando.
Me encanta lo que ha escrito mi tocaya sobre los guardias de las puertas regaladores de aventuras.
tal vez sea una buena idea para un cuento.
Me ha encantado la historia. La Señora no me la contó el otro día cuando hablamos, así que me ha supuesto una agradable sorpresa. Me las imagino a las dos en el Museo.... eso sí que sería una aventura.
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