We went down into the silent garden. Dawn is the time when nothing breathes, the hour of silence. Everything is transfixed, only the light moves. Leonora Carrington.
La noche no se atreve a respirar. Todo permanece quieto, aunque el mundo ya no duerme. Se ha despertado y espera con esa quietud que preludia la llegada de un nuevo día. Durante un instante el tiempo no se decide, es un momento en el que no es de noche ni es de día. No ha asomado el primer rayo de sol cuando ya la luz se impacienta, quiere hacer su aparición. La oscuridad pierde profundidad, detrás de las nubes adquiere tintes violáceos, densos, casi morados. Los matices rojizos presagian la tormenta que aguarda agazapada para ensombrecer de nuevo el cielo. El día es gris, de lluvia, de franjas horizontales de nubes, de tierra, de árboles apagados y contornos envueltos en niebla.
A lo lejos, en una rendija, aparece la claridad sobre un fondo de seda. No es más que un velo tenue de palidez que los tímidos rayos del sol del amanecer no se atreven a franquear. Es un lienzo tan diáfano que, aún sin traspasarlo, el brillo dorado salpica de reflejos su entramado. Son destellos apenas perceptibles que despiertan el color. Lentamente el alba gris se desvanece. Aflora primero el rosa. Un retinte metálico torna el cielo, despacio, en asalmonado. Sin saber cómo surgen naranjas, azules y contraluces. Es ese despliegue de color el que devuelve al mundo la respiración.
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