Abro los brazos contra el viento, sin oponer resistencia. Es una brisa vibrante y rápida, que barre mi piel y penetra por cada recoveco en un cosquilleo delicioso. Siento como me traspasa. El aire despliega mis plumas, que se alzan a mi espalda y se agitan libres, invisibles y ligeras. Separo aún más los brazos y me dejo llevar hasta notar que se alargan y se estiran en alas.
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Prosigo mi recorrido con los ojos cerrados. Floto, planeo, chapoteo. Me olvido de mis piernas, no sé si en realidad se mueven, si avanzo apoyada en ellas o si, llegado ese momento, no es más que el sonido de las olas en el viento lo que sostiene mi cuerpo.
2 comentarios:
Feliz cumpleaños, cuñado. Seguramente podamos celebrarlo con el mio.
Para los que vivimos pegados al mar esa sensación es cautivadora y casi diría que adictiva pues no te cansas de probar hoy y mañana también. Muy recomendable para los estresados ya que calma, relaja y tonifica el alma. ¡Me ha gustado mucho sol! Supongo que son tus dotes de escritora…
Un cordial saludo.
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