Hay quien no conoce esa magia y lo que posee es un poder muy diferente. Son dotes que se usan para manipular voluntades, tergiversar los hechos y meter cizaña. Son individuos que carecen de magia, son incapaces de sentirla, de percibirla siquiera, porque les sobra maldad. Una maldad sin escrúpulos que les sirve para salirse siempre con la suya. Una maldad en la que se han entrenado hasta perfeccionarla y alcanzar la perversidad.
Esclavizan a las víctimas que caen en sus redes, las engatusan con zalamerías, las embaucan con engaños hasta hacerles creer que comparten las mismas opiniones y, una vez se han ganado su confianza ciega, abusan de ellas. Pintan de negro el cristal rosa, sin permitirles ver más allá. Para ello se sirven del miedo, la mentira y las amenazas. Tornan la admiración, el amor y la alegría en sus contrarios. Convierten el mundo en un lugar amargo, lleno de dudas. Estiran los pequeños malentendidos y tensan tiranteces hasta provocar desgarros. El afectado no se percata de la distorsión de la realidad a la que está sometido hasta que es demasiado tarde. A veces jamás llega a ser consciente de ello y cree en su tirano a pies juntillas.
Duele cuando se ve esta situación desde fuera. A más estrechos los lazos, más doloroso resulta. Se es testigo impotente, tratar de intervenir sobre la mente enajenada no sirve de nada, más que para empeorar las cosas. Cuesta comprender que lo evidente resulte tan difícil de ver, pero la venda sobre los ojos del ofuscado puede tener varias vueltas. Todas las telas se aflojan y se desgastan con el tiempo por lo que sólo queda esperar con paciencia a que sea el tiempo el que se encargue de poner las cosas en su sitio y procurar estar a mano en el fatídico momento de la revelación.
Hate, in the long run, is about as nourishing as cyanide. (El odio, a largo plazo, es casi tan nutritivo como el cianuro) Kurt Vonnegut
3 comentarios:
Hola, Sol, buenos días; deduzco, por el tono de lo que escribes (sentido, dolido), que, aunque no citas nombres ni otros datos identificativos, no estás hablando meramente en abstracto o genérico, sino que estás retratando algún caso real y más o menos cercano. En cualquier caso, eso es algo que ni resta belleza a lo escrito (en la línea habitual) ni hondura a lo reflexionado (que comparto en buena medida). Que haya arreglo, y, cuanto antes, mejor...
Un abrazo y hasta pronto.
Las cadenas más fuertes son las invisibles. Alguien que acepta su esclavitud jamás hará nada para escapar de su situación y, como tú dices, intentar intervenir es complicado, pues el sometido está atado por eslabones casi indestructibles: dependencia, miedo, indecisión, inseguridad. Solo queda la esperanza de que una luz inesperada ilumine su mente y haga caer su venda. Un interesante tema para reflexionar, como nos tienes acostumbrados.
Un beso.
Impresionante, ¡¡Cuidate!!
Publicar un comentario