jueves, 29 de noviembre de 2012

Mañana de arte

La Señora me había recomendado encarecidamente que visitase la exposición del Prado del joven van Dyck. Como buena hija decidí obedecerla y aproveché una mañana de huelga para hacerlo. El arte siempre es un buen método para desconectar, al menos en mí caso. No sé si el bienestar que produce la contemplación de la belleza debería llamarse "Terapia de Stendhal" (ya que el síndrome afecta a los que son especialmente sensibles a ella y caen víctimas de los efectos de la sobredosis). Desde aquí le doy las gracias por el consejo a la Señora: me ha encantado.

La exposición del Prado es una muestra del trabajo de van Dyck hasta la edad de los 22 años. Se centra en el periodo que pasó de aprendiz y ayudante en el taller de Rubens, que le consideraba su alumno más aventajado. Marca las semejanzas y las diferencias entre el maestro y su alumno, y hace hincapié en cómo la personalidad de la pintura de van Dyck ya afloraba en esas primeras obras. Sus figuras son más rústicas, menos idealizadas, de formas robustas y fuertes, y sus gestos y actitudes denotan una mayor vitalidad. Los rostros, más afilados y con menos volumen en los rasgos y en el cuello, me recordaban en algunos cuadros a los del Greco, aunque no así la anatómica musculatura de los cuerpos. La influencia de Tiziano se deja ver en el uso de colores intensos, el rojo entre los predilectos, un rojo más bermellón que el del veneciano. Los retratos, incluso en esa temprana etapa, reflejan carácter y emociones que trascienden el lienzo. La compasión que provoca la mirada de su Cristo con la cruz a cuestas es sobrecogedora.

Además de las pinturas hay gran cantidad de dibujos que muestran las pruebas previas antes de llevar los motivos al lienzo. Permite estudiar la evolución de la obra, los cambios, los detalles... Realmente una exposición para disfrutar (y además sin demasiada gente y con poco ruido, una vigilante le ha indicado a un visitante al que le ha sonado el móvil que no podía hablar allí ¡Bravo!)

Al terminar me he subido a ver la exposición de Martín Rico, un paisajista español del S. XIX que desconocía. El primer cuadro es un retrato del afable artista realizado por Sorolla, del que era un gran amigo. La exhibición está dividida según un criterio temporal y geográfico. La atención a la luz y el detalle es de un preciosismo cautivador. Era el pintor de las aguas tranquilas, sus escenas transmiten la misma serenidad que los remansos de los ríos. La magia de su luz aumenta según se avanza en la exposición; la muestra en toda su intensidad en sus paisajes andaluces, con la nítida blancura de las ciudades y la radiante claridad del cielo. Las panorámicas de Venecia, que le otorgaron un reconocimiento más que merecido en América, reflejan la calma de la laguna y el equilibrio de la ciudad reflejada en el agua, sin pecar del efecto de cromo en el que otros caen. Además de las pinturas están expuestos sus diminutos cuadernos de dibujo que poseen una delicadeza extrema. Son auténticas joyas. Con finísimos trazos a lápiz perfila amplias panorámicas de vistas y ciudades en miniatura, esbozadas con una precisión asombrosa a base de sencillas líneas, muy limpias, llenas de aire y espontaneidad. Un hallazgo.

En una pequeña sala, justo a la salida de la exposición de Martín Rico, se exhibían tres representaciones de San Juan Bautista de Tiziano correspondientes a distintas épocas. Tiziano solía realizar una copia de sus obras para luego reproducirla en un futuro, aunque siempre con variaciones: no hay dos Tizianos idénticos. La comparativa entre uno y otro se muestra en los estudios radiográficos de las obras. El primer cuadro muestra un santo apolíneo, fuerte, en actitud de predicar. El segundo es más místico, su anatomía sigue siendo poderosa, aunque los músculos están menos definidos que en el primero, corresponde al instante en el que recibe la llamada divina. El tercer cuadro, de pinceladas más sueltas, formas menos definidas, sugiere un santo mucho más espiritual. Su figura se afina y, al igual que en el segundo, su rostro mira al cielo. Personalmente es el que más me ha gustado, aunque reconozco que el primero también me ha resultado muy interesante.

No he seguido en el museo sino que he optado por darme un paseo hasta la Fundación Telefónica y ver su colección de Cubismo (otra recomendación de la Señora). Hacía algo frío pero iba bien abrigada y la temperatura no me molestaba. La luz del sol y los árboles del Paseo del Prado, con sus copas aún con abundantes hojas doradas y cobrizas que también alfombraban el suelo, me hacían sentirme dentro de otra obra de arte.

La exposición de Telefónica estaba bastante vacía. Se divide en cinco espacios y está centrada alrededor de la figura y la obra de Juan Gris, que es uno de mis cubistas favoritos, si no el favorito. Con él el cubismo de Picasso y Braque evolucionó cuando estos pioneros lo abandonaron (el primero porque se dedicó a otras técnicas y el segundo porque fue herido en la guerra). No se trataba de descomponer las formas sino que al contrario: la geometría de las figuras le servía para crear composiciones pictóricas poéticas. De Juan Gris siempre he pensado que poseía una sensibilidad especial. Sus palabras me lo han confirmado y son la mejor descripción de su obra. Las transcribo porque me parecen muy explicativas, tanto en lo referente a su arte como a su carácter.

Hoy, evidentemente, me doy cuenta de que, en su comienzo, el cubismo no era sino un modo nuevo de representación del mundo (...)
Pero ahora que todos los elementos de la estética llamada cubista son medidos por la técnica pictórica, ahora que el análisis de ayer se ha convertido en síntesis por la expresión de relaciones entre los propios objetos, ya no cabe hacer ese reproche. Si lo que se llamaba cubismo no es sino un aspecto, el cubismo ha desaparecido; si es una estética, se ha incorporado a la pintura (...)
No siendo el cubismo un procedimiento, sino una estética, e incluso un estado de espíritu, debe tener forzosamente una correlación con todas las manifestaciones del pensamiento contemporáneo. Se inventa aisladamente una técnica, un procedimiento; no puede inventarse de la nada un estado de espíritu. (Juan Gris, 1925)

Yo trabajo con los elementos del espíritu, con la imaginación; trato de concretar lo que es abstracto, voy de lo general a lo particular, lo que quiere decir que parto de una abstracción para llegar a un hecho real. Mi arte es un arte de síntesis, un arte deductivo, como dice Raynal (...)
Considero que el lado arquitectónico de la pintura es la matemática, su lado abstracto; y deseo humanizarlo. Cézanne de una botella hace un cilindro; yo, en cambio, parto de este cilindro para crear un individuo de tipo especial; de un cilindro hago una botella, una determinada botella. Cézanne va hacia la arquitectura, yo parto de ella. Por eso yo compongo con abstracciones (colores) y recompongo cuando estos colores se han convertido en objetos, por ejemplo, compongo con un blanco y un negro y arreglo cuando este blanco se ha convertido en un papel y este negro en una sombra; quiero decir que dispongo el blanco para transformarlo en un papel y el negro para convertirlo en una sombra.
Esta pintura es a la otra lo que la poesía es a la prosa. (Juan Gris, 1921)



En palabras de Joaquín Torres-García sobre Juan Gris:
No vacilo en poner a Juan Gris, si no a la cabeza del movimiento cubista (pues considero a Picasso y a Braque como a sus verdaderos iniciadores), al menos como el que se acercó más a su justa expresión, dado las premisas que se impuso, y, por esto, por encima de todos.
Juan Gris es el geómetra perfecto. Por esto el más puro de los cubistas. No parte, como los otros, de la naturaleza para ir a lo abstracto, sino de lo abstracto de la geometría y el plano de color, para ir a la realidad.
Mejor concepto de una pintura construida no puede tenerse, y, en este sentido, fue un verdadero maestro. Más realista que Picasso, más lírico que Braque, quedan muy lejos de Juan Gris en cuanto a pura creación dentro de un perfecto ordenamiento.
Y es que en Juan Gris hay más capacidad y también más cultura. Esto le permitió llegar a mayor generalización, a más amplio y puro concepto de arte; a una verdadera arquitectura de formas y colores. Permítaseme, aunque no se comparta el criterio, que lo ponga como el primer pintor de nuestra época.


Además proyectan una corta película, amena e interesante, sobre la vida del pintor. Le sitúa en su época y habla de las relaciones con otros artistas, sobre todo hispanos e hispanoamericanos con los que coincidió en París, y la influencia que los unos tuvieron sobre el arte de los otros. Hay también numerosos documentos, libros, revistas, cartas y fotografías.

Ahora que viene el puente, es un plan para no perdérselo. En el reina Sofía también tienen obras de Juan Gris pero no tantas como aquí y la exhibición no está tan orientada a explicar la relevancia de su figura. 

3 comentarios:

Comas dijo...

:-)

Elvis dijo...

Q envidia de día......

Oscar dijo...

Tomamos nota por si hay posibilidad y los peques nos lo permiten. Gracias por la información.