La noche parece ocultarlo todo bajo un manto denso pero, paradójicamente, es entonces cuando permite ver las estrellas más lejanas. La noche es profunda, infinita, y es esa misma profundidad sin fondo la que revela el universo a la mirada.
Cuando amanece el cielo se aclara. La atmósfera iluminada se vuelve ligera, incluso etérea, pero sólo en apariencia. La luna se decolora, a veces se distingue como una sombra blanca, tan transparente que deja que el azul del cielo la atraviese. Las estrellas se desvanecen sin moverse de su sitio. ¿Qué les sucede? ¿Desaparecen por arte de magia? No, aunque suene contradictorio es el efecto cegador de la luz lo que las tapa. El día perfila los objetos y recorta las distancias, pero no todas, sino tan sólo las que se encuentran dentro de los confines de su influencia. Más allá de sus fronteras el espacio exterior se vuelve invisible y de todas las estrellas sólo queda el sol. Su luz deslumbra, encierra el planeta en ella y no deja ver más allá.
Entonces ... ¿es la luz o la oscuridad la que esconde y transforma la realidad?
1 comentario:
En la mañanita de San Juan el Conde Olinos ya había visto al sol salir "con cuchillos y navajas" como nos decian a los niños arandinos hace nmuchos años. La noche/oscuridad de San Juan es mágica y el día/luz también. Esta entrada me ayuda a confirmarlo.Bss
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