Se lo habían regalado el año anterior. Recordaba la emoción que sintió al abrir la caja y al retirar el papel de seda que lo envolvía antes de verlo por primera vez. Era tan bonito que era imposible apartar de él la mirada. Corrió a probárselo, era perfecto. Había soplado las cuatro velas de la tarta con él puesto y, al hacerlo, supo con seguridad que se cumplirían sus cuatro deseos. Aquel vestido le hacía sentirse mejor. Tenía algo especial en su corte, en los colores de su estampado, en la manera en la que se le ajustaba el cuerpo al caer y en el modo en el que la falda volaba a su alrededor. Al mirarlo se le despertaban las ganas de sonreír, de bailar, de girar. La alegría le rebosaba por los ojos y sentía la necesidad de compartirla con el resto por medio de abrazos y besos. Era una sensación maravillosa.
La abuela Li era maravillosa, no sólo comprendía sus problemas sino que siempre les encontraba una solución. Al verla embutida en aquella prenda le ayudó a quitársela y le prometió que le quedaría bien para la fiesta. Seguro que era porque aún le quedaba mucha sal de la playa en la piel y eso hacía que la tela no resbalara bien. En cuanto se diese un buen baño, todo se arreglaría. ¿Le apetecía uno con muchas burbujas? María asintió con la cabeza, le gustaba soplarlas y cubrirse de espuma.
La abuela le preparó el agua en su bañera, tan grande que la chiquilla casi podía nadar en ella. Poco a poco se le pasó el disgusto y también se deshizo el nudo de su garganta. Cuando terminó, la abuela la enjuagó con la ducha y la envolvió en la toalla. Le desenredó el pelo y le sujetó la melena con unas horquillas de florecitas.
- Vamos a comprobar si te has quitado bien la sal y ya te vale el vestido - le dijo.
María contuvo la respiración y cerró los ojos. No se atrevía a mirar. Notó la tela deslizarse sobre su piel, sin atascarse. Esperó a que los botones estuviesen abrochados y el lazo atado antes de abrir los ojos. ¡Oh! La abuela era mágica, no le cabía duda alguna. El vestido estaba nuevo, como recién estrenado y, una vez limpia de sal, le quedaba incluso un poco holgado.
Aquella tarde María pidió sus cinco deseos a sus cinco velas y repartió un sinfín de besos.
2 comentarios:
Y colorín colorado esta verdad continúa. Un beso María, un beso Grumpy. Y&G
Qué bonito cuento! Muchas felicidades a Mariquila! Ya encontraremos aquí algo muy bonito para que se lo lleve la abuela sole. Muchos besos.
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