martes, 29 de abril de 2014

Educar al paciente

Hay individuos, y por desgracia no son casos sueltos y excepcionales, que no guardan en el médico las mínimas normas de educación que se exigen en otros lugares. Algunas son una falta de respeto que, más que afectar al facultativo, perjudican a los pacientes citados ese día. La más flagrante es la de abrir la puerta y entrar sin haber sido llamado. ¿Y si el enfermo no lleva ropa? ¿Y si se está en medio de una pequeña cirugía, o de taponar un sangrado, y la interrupción provoca un despiste del cirujano o un mareo del intruso? No es que esto último no le estuviese bien empleado pero obligaría a los sanitarios a abandonar al paciente para perder un tiempo precioso en atender al inoportuno.

Una de las faltas de educación más habituales, además de la casi incorregible tardanza, es la de hablar por el móvil. Si se pretende que el galeno te dedique toda su atención, lo normal sería corresponderle y apagar ese infernal aparato dentro de la consulta. Si se desea mantener una conversación con alguien  más importante que el médico lo ideal es hacerlo fuera y permitir que el facultativo emplee esos minutos en atender a otros enfermos. El doctor valora la privacidad,  no tiene por qué enterarse de la vida personal de nadie si no afecta a su salud, por lo que cualquier otro tema no debe tratarse en su presencia, aunque luego se discuta a viva voz en el autobús.

Otra cuestión es la de la higiene. Conviene ser flexible, hay enfermos a los que, por sus circunstancias, no se les puede exigir que vengan relucientes, sin embargo también los hay que superan los límites de la tolerancia humana. No es posible acercarse a ellos, antes se precisa abrir las ventanas para no morir asfixiados. También se les explora sin respirar.  Ante semejante situación no queda más remedio que llamarles la atención al respecto. Se les pide que, por favor, al médico acudan duchados. Si afirman saber usar la ducha es el momento de añadir que, tras secarse, usen desodorante y se muden de ropa. Al terminar deben esperar en la sala de espera mientras se escribe el informe y se piden las pruebas. Prolongar su presencia un minuto más en la consulta la inhabilitaría para el resto de la mañana, no exagero.

A veces la infracción no afecta directamente al galeno. Algún día he tenido que recomendarle a algún adolescente que le cediese el asiento a su madre (que era la paciente). Afortunadamente conté con el apoyo del padre, también sentado, que le explicó al muchacho que era una cuestión de respeto. Eran musulmanes pero eso no les eximía de mostrar un mínimo de cortesía. La estudiante que rotaba conmigo me miró con los ojos como platos. ¿Qué quería que hiciese? ¿Callarme? Considero que el civismo es un reflejo de la salud social y por tanto no tenía alternativa: si a uno no le educa cuando es joven, le resultará mucho más difícil aprender después.

4 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol, buenos días; creo que, en lo del comportamiento en las consultas médicas, asistimos, como en tantos otros ámbitos, al típico 'movimiento pendular': hemos pasado de ir con un más que respeto, miedo, casi reverencial, a esa especie de pope de la consulta (que, en muchos casos, y todo hay que decirlo, también explotaba a su conveniencia tal predisposición, con una muy escasa implicación humana en la atención al enfermo) al extremo opuesto, el de tratar al médico como al coleguilla del bar, sin la más mínima consideración hacia su profesionalidad y su desempeño. Supongo que, poco a poco y en su momento, iremos llegando al punto medio, el de un trato humano, civilizado, respetuoso y cordial recíproco. Comme il faut, vaya...

Un fuerte abrazo y buen día.

María José dijo...

Es un tema de actitud general. El que no respeta nada ni a nadie difícilmente respetará a su médico o a sus compañeros de sala de espera. Yo creo que deberías imprimir este escrito y colocarlo en un lugar bien visible de la sala de espera, con letras muy grandes y si se puede con fotos o dibujitos (para alentar a los pacientes a leer, cosa que no es fácil, lo sé). La descortesía, la falta de delicadeza para con los otros y cosas así se han convertido en una epidemia. Y no está en manos de los médicos ponerle remedio, sino de todos en nuestras casas como principio. Un beso.

Señora dijo...

Me imagino los ojos de la estudiante de medicina ante las "recomendaciones cívicas" en la consulta de Otorrino. Pero es verdad. Justificada con frases como "yo soy así", "la espontaneidad por encima de normas anticuadas", etc, la mala educación es uno de los rasgos de nuestro tiempo, que creo que llevo tan mal como tú.

Carol dijo...

ia a dia veo con asombro como mis pequeños pacientes se sientan en la silla mientras sus padres se quedan de pie... Les dura hasta que yo pido cambiar papeles...
Comparto todo lo demás... Afortunadamente en general mis pacientes por eso de la edad estan limpitos