martes, 8 de abril de 2014

El arte del vino

Hace unos días me apunté a una cata de vinos muy original. Se trataba de maridar arte y vino. Me gustan las dos cosas así que el plan me sonó muy bien.

La idea surgió a raíz de la exposición de Javier Comas en Café di Vino. Primero Javier nos dio las pistas, en forma de comentario sobre sus obras. Habló de su estrecha relación con las Canarias de la que había surgido "Atlántico" con sus matices turquesas, sus arenas blancas y sus rocas volcánicas. Explicó como la niebla en los árboles desnudos de un invierno interminable le había evocado la sencillez del arte chino para su serie de "Árboles". Nos contó como el azul oscuro del "Egeo" le había sacado del laberinto en el que se encontraba atrapado.

Con esas pistas debíamos descubrir el porqué de cada vino seleccionado. Se trataba de una cata ciega en la que el gusto y el olfato debían actuar de guías.

El primer vino era blanco, sabroso, algo salado. Sabía a fino pero era una manzanilla (en concreto Borbón-Orleans). Aprendí que la diferencia entre Jérez y Manzanilla es que, aunque ambas son de uva Palomino, la segunda se produce en Sanlucar de Barrameda, a orillas del mar, y por eso es más salada. Es muy trabajosa de elaborar ya que requiere una cuidadosa crianza en barrica bajo velo de flor, la capa de levaduras naturales que cubre el vino para su fermentación biológica, de ahí su maridaje con el Egeo.

El segundo vino era un vino con cuerpo pero ni áspero ni  recio, con la densidad precisa, muy rico, con algo de madera y bastante sabor a fruta. Cuando descubrí que la uva era Tempranillo no me lo podía creer porque me supo muy distinto a los Riberas y los Riojas. Era un 13 Cántaros de Cigales, escogido para el evento por las nieblas vallisoletanas. Un vino muy económico y que me gustó mucho.

El tercer vino era un tinto diferente, más suave que el anterior pero sin resultar acuoso, tenía aromas de violeta, de pimienta y de miel y también algo de salinidad. Fue el favorito de muchos. Su DO supuso toda una sorpresa: el valle de la Orotava, al norte del Teide. Su nombre: 7 Fuentes.

Una vez catados los vinos y maridados con los cuadros había que comprobar qué tal casaban con algún alimento más sustancial. Mi conclusión final es que con unos tacos de queso Majorero componen una magnífica obra de arte (efímera pero muy satisfactoria).

3 comentarios:

Señora dijo...

Doy fe de lo interesante que estuvo la cata de vinos y su relación con los cuadros. Me pareció especialmente acertada la combinación del cuadro de la niebla y el cigales tinto; muy rico y todo un progreso en relación con los claretes habituales de la zona, de menor calidad sin lugar a dudas. La combinación con el queso canario Majorero, estupenda.
Habrá que repetir la experiencia en casa.

José Núñez de Cela dijo...

Me ha parecido una actividad interesantísima.

hace poco estuve en Canarias (dos veces el último año) y me sorprendieron mucho sus vinos.

Saludos!

Anónimo dijo...

Me pareció acertadísima la relación que Victor, el propietario de Café di Vino, hizo de los cuadros, con el vino elegido y el maridaje. Para repetir la experiencia.