martes, 22 de abril de 2014

Mi mundo de cuentos

En mi mundo de cuentos todo es posible. La imaginación no tiene más límites que los que uno mismo se impone, no se rige por las leyes del tiempo, ni de la física. Es una dimensión diferente que se traslada a la de la realidad. Las cosas más extrañas tienen su lógica, en ocasiones incluso más de la habitual. La dificultad reside en explicársela con claridad a otros, ser capaz de compartir esa visión.

Los personajes, con su entorno y sus diversos cacharros, están ahí, aparecen, con frecuencia de repente y de forma inesperada. Son ellos los que deciden darse a conocer. En un primer momento te choca encontrártelos y te preguntas de dónde han salido. ¿Quién da el salto entre un mundo y otro? ¿Ellos o yo? Concluyes que no importa el origen. Mi impresión es que deja de haber una frontera entre ambos y se puede pasar desde ambos lados. Escribir acompañada por tus propios personajes es una sensación incomparable, única, una emoción con un componente de nostalgia que provoca un nudo en la garganta. Es un instante frágil en el que el aire tiene un brillo diferente y también otra textura, al respirarlo te embarga un sentimiento de euforia que rezuma por los poros y provoca un cosquilleo que se extiende por la piel. Los ojos se abren más, los labios sonríen sin poder evitarlo y todo en el interior se estremece y baila. Hay momentos y lugares en los que la apertura es más amplia: un rincón hermoso que posee un cierto embrujo, las primeras horas de la mañana cuando todo lo real duerme o un concierto en el que el hechizo de la música hace caer las barreras, une espacios y arrastra tanto a unos como a otros.

Una vez están ahí no se comportarán de una forma predecible. Sorprenden no sólo con sus visitas, sino también con sus ocurrencias. Cuando toman las riendas hay que dejarles hacer y que conduzcan la historia, a fin de cuentas se trata de su historia, han venido con ella. No importa que de entrada la idea parezca un disparate. Siempre se disfrutará, será emocionante, a veces romántico, con frecuencia divertido y, en ocasiones, incluso brillante. Son pequeñas travesuras que transforman la trama en algo diferente. La narración pasa a a ser algo vivo que no le pertenece al autor sino a los personajes. El escritor sólo está ahí para preguntarles ¿qué queréis hacer ahora? ¿cómo vais a salir de esta? y escuchar sus respuestas. Si precisa intervenir debe obtener permiso para trocarse, por un momento, en uno de ellos, pero sin abusar de ese privilegio, sin quedarse más de lo necesario y, por supuesto, sin interferir. Son seres reales de ensueño, con su carácter y sus opiniones.

1 comentario:

José Miguel Díaz dijo...

Me encanta esta entrada. Coincido contigo en tu forma de ver la fantasía. Hace poco cayó en mis manos un ensayo de Tolkien sobre la fantasía y la creatividad, me ha sorprendido comprobar que la esencia de su escrito se puede resumir con algunas de tus frases:
"Es una dimensión diferente que se traslada a la de la realidad. Las cosas más extrañas tienen su lógica, en ocasiones incluso más de la habitual. La dificultad reside en explicársela con claridad a otros..."
Pues eso, simplemente genial.
Un beso