Clavo de nuevo la pluma en mi piel y la apoyo sobre el papel. Cada nuevo trazo deja un arañazo. El trino del ave es cada vez más débil, la mañana se acerca. El fin está próximo y no sé nada de ella. No me rendiré, insistiré mientras me quede una gota de sangre en las venas. Una cuartilla, una melodía. Me siento desfallecer pero no, no me daré por vencido. Un libro, mi amor, mi vida. Se me agota la tinta. Mis ojos se cierran. Sé que no la veré más.
La noche huele a jazmín y a rocío sobre las rosas. Se ha apagado la vela en la habitación del poeta. Una figura blanca rompe la negrura de las sombras y unos pasos alteran el reposo del jardín. ¿Por qué ha callado el ruiseñor? Su música me acunaba. Era un sonido tan dulce que invitaba a acurrucarse entre las sábanas. El silencio ha interrumpido mi descanso. Sin su canto no me volveré dormir.
Enciendo la vela y leo. Cada letra es una nota de la canción que resuena en mi cabeza. Al terminar lloro y mi llanto disuelve la tinta, borrando cada palabra. Olvido la melodía. Me trago las lágrimas pero ya es tarde, no sirve de nada.
Sé que sólo existe una manera de arreglarlo. Cojo la pluma y repaso las marcas de cada trazo. Es su letra, es mi sangre. La noche huele a jazmín y a rocío sobre las rosas. Un pájaro canta. Es un ruiseñor. Es nuestra canción.
3 comentarios:
Cada vez que te leo me maravillo de la sensibilidad que destilan tus relatos. Gracias por compartirlos. Un abrazo.
Gracias Sol, por tu amistad y tus sirmore acertados regalos. Aunque ahora mas lejos , te quiero como siempre, o mas
Besos
Me enamora
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