La locomotora de hierro emergió de las tinieblas del túnel. A través del cristal la humedad condensada de la niebla y la lluvia no permitía ver el paisaje. La carbonilla flotaba en el aire y se colaba por las rendijas del vagón. El cristal de la ventana vibraba bajo el repiqueteo de las gotas de aguanieve que, empujadas por la tormenta, chocaban contra él.
Apenas se distinguían cielo y tierra. Los relieves de las colinas eran ondas sombrías que se desvanecían según el tren se acercaba al puente. Un anciano bajó el batiente de la ventanilla y sacó la cabeza. El aire helado invadió el compartimento. Los viajeros se arrebujaron bajo sus mantas sin atreverse a decir palabra. El brillo de los ojos de aquel hombre poseía algo febril, un fuego de determinación y locura, que no incitaba desafiarle.
El viento y la lluvia le golpearon la cara obligándole a entornar los párpados. El cabello blanco, empapado, se pegó a su cráneo mientras la maquina negra se deslizaba en una ráfaga borrosa sobre los arcos del puente en dirección al horizonte. La escarcha congeló el gesto de euforia de su rostro. En medio de la cortina de vapor que le envolvía, Turner sólo era consciente de la velocidad que clavaba agujas en su piel. A través de los ojos entrecerrados no veía formas sino una sucesión de manchas de color, de luz y de sombras fundidas por la violencia del temporal. La naturaleza desplegaba su fuerza, sacudía el tren y le mostraba su fragilidad al hombre que osaba romper las leyes, enfrentarse a los elementos. El ingenio de hierro se precipitaba hacia su destino, más allá del campo ocre y la oscuridad de la tempestad.
1 comentario:
Me encanta Turner. En todos sus cuadros hay magia, uno puede sentirse envuelto en sus torbellinos de colores difusos. Tu relato me ha traído a la memoria a este otro grande, desafiador de leyes pictóricas y cazador de los efectos de la naturaleza.http://www.aloj.us.es/galba2/STLAZARE/Segunda_Parte/Monet/Obras/obra01G.jpg
Un beso.
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