El pasado jueves quedé para comer con una de mis amigas, de esas con las que se habla a menudo por teléfono y apetece quedar a menudo aunque sólo se logre de vez en cuando. En esta ocasión incluso se apuntó el Dr. House. El lugar elegido fue el Restaurante Miyama. Nos encantó tanto por la comida como por la atención del servicio.
La carta es de esas en las que no sabes por qué decidirte. Te pilla con hambre y todo suena bien, muy exótico, diferente e intrigante. Finalmente compartimos varios platos. Es una de las ventajas de los asiáticos, que todo está proyectado para ser repartido. Por ello debe tratarse de los únicos restaurantes en los que la pareja no te mira con demasiados malos ojos cuando quieres meter tu tenedor en su plato para probar. El menú escogido consistió en:
Huevas de salmón y vieira con mizorezu (pepino y vinagre) para empezar. Este plato consiste en jugosos trozos de sashimi de vieira y deliciosas huevas de salmón bañados por un caldo templado. La combinación de sabores era perfecta.
Continuamos con sashimi de cangrejo: patas de cangrejo real, buenísimas, con acompañamiento de algas además de la consabida salsa de soja, el wasabi y el jengibre, este último excelente.
Tras el aperitivo nos metimos con platos con más enjundia. Primero nos trajeron el tartar de atún picante, fresquísimo, con un aliño de mayonesa con un toque de aceite de sesamo que realzaba el sabor del atún.
Después vino un maki especial de atún picante (como el del tartar) y crujiente de tempura. En este maki, el rollito de arroz y alga nori venía rebozado en arroz inflado y crujiente y cubierto (a modo de nigiri) del atún picante con unas huevas finas y crujientes de pez volador. Me encanta la combinación de texturas de los sushis japoneses cuando tienen un toque cremoso, que se deshace, y crujiente, que estalla en la boca. Es en verdad especial.
El plato estrella fue el "Nabe" (guiso tradicional japonés) de buey Wagyu shabu shabu: se prepara en la mesa, al momento. Te traen dos salsas muy distintas entre sí, una cítrica y ligera con mandarina y otra cremosa con sésamo. Ponen sobre la mesa un hornillo con un cazo de agua hirviendo en el que añaden diversas setas, algo de puerro, col china y tofu. Cuando empieza hervir hay que sumergir las láminas de buey unos instantes en el caldo para, a continuación, mojarlas en uno de los boles de salsa. Estaba buenísima con ambas. Las verduras también estaban deliciosas.
De postre: Mousse de chocolate negro (que estaba bueno aunque no era tan negro como esperaba) con sorbete de mandarina (que como no me va mucho y que me cambiaron sin problemas por helado de té verde, cremoso y en su punto). El Dr. House tomó Harukami de chocolate (rollitos de primavera rellenos de chocolate negro fundido), cremosos por dentro y de masa fina y crujiente por fuera, deliciosos, que venían acompañados de helado de vainilla. Nuestra amiga se decantó por el helado de té verde, sin más acompañamiento.
Tanto la calidad de la materia prima como la forma de elaboración de cada plato, su originalidad, variedad y la esmerada presentación, así como el intervalo entre uno y otro se pueden calificar de óptimo. Repetiremos.
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