miércoles, 23 de noviembre de 2011

Estropear una buena idea


Desde hace poco en el quirófano se ha comenzado con la implantación del check-list. Este método consiste en comprobar una lista con serie de puntos sobre el paciente que se va a operar, para así evitar errores. En sí la idea es buena pero, en la práctica, la manera de aplicarla es un sinsentido detrás de otro. ¿Quién habrá sido la mente pensante a la que se le ha ocurrido que lo mejor es empezar a rellenarlo con el paciente una vez dentro del quirófano? Con él (o ella) indefenso y desnudo en la camilla, nos ponemos todos a su alrededor y le acribillamos a preguntas, pensadas todas ellas para garantizar su seguridad. La primera a la que nos tiene que contestar es a la de ¿Cómo se llama Ud? El paciente debe pensar que si para entonces no lo sabemos la cosa va mal. La siguiente mejora esta impresión ¿de qué le vamos a operar? Las respuestas pueden ser de lo más peregrinas; lo que entienden los pacientes de la sarta de explicaciones que se les ha dado en la consulta con respecto a su intervención suele olvidárseles según salen de ella y es habitual que busquen información en las truculentas historias de sus vecinos al respecto. Aún no ha terminado la cosa, también nos tiene que indicar el lado. Si hay un bulto es fácil pero, si no es así y el paciente tiene que señalar dónde está el hígado y dónde el bazo, es probable que se equivoque. Para más inri, uno de los puntos a comprobar es si es alérgico al latex. Debe de ser que el que diseñó el formulario consideró que más valía tarde que nunca y que, a fin de cuentas, a pie de cama se dispone del material necesario para hacer una reanimación cardiopulmonar, en el caso de que la víctima entrase en shock anafiláctico y parada. Lo que no sé es cual debe ser la opinión del pobre tipo cuando, a continuación, oiga el interrogatorio de la enfermera ¿tenemos todo el instrumental necesario? (en opinión del cirujano sería deseable reponer útiles esenciales y afilar las tijeras) ¿dispondríamos de sangre si la necesitásemos? Todo muy tranquilizador.  Para más inri, por último le llega el turno a las del anestesista con preguntas del estilo ¿funciona bien la máquina? ¿es previsible algún problema con la vía aérea? Vamos, que si el pobre hombre no sale corriendo en ese instante es porque está en pelotas y apenas tapado con una sabanita, pero tiempo al tiempo.

El coordinador de esta tarea es, por imposición de las altas esferas, el cirujano. Además, deben firmar con su número de colegiado tanto el anestesista como la enfermera. Esta responsabilidad añadida supone aceptar que funcionan temas ajenos a la indicación quirúrgica sino propios de la enfermería y de la anestesia. Nos trataron de vender las bondades del proceso en una sesión general. En aquella asamblea, nos mostraron un vídeo de la OMS que refutaba el sistema escogido para su instauración en nuestro centro. Pudimos comprobar que, esta organización sin importancia, marcaba unas directrices bastante distintas para su realización. Según sus indicaciones, los primeros apartados se rellenarían sin la necesidad de que el cirujano estuviese presente. Sin embargo, en nuestro caso su figura es del todo imprescindible ya que, de otro modo, sería absolutamente imposible llevarlo a cabo (tendría otro que asumir el cometido asignado por narices a este). Como consecuencia de esta disparidad, el resto del equipo se despreocupa del tema. Por ello, si el cirujano no está pendiente y persigue a los demás con cierta insistencia, no hay que contar con que nadie se acuerde de que hay que completar el maldito formulario . Según progresa la mañana y se acumulan preocupaciones y tareas de las cirugías, tiempos quirúrgicos, cambios, hacer informes, hablar con familiares, saludar al siguiente paciente y comprobar sus datos, su historia y sus consentimientos en el antequirófano (que es donde me parece que debe hacerse), escuchar y resolver sus dudas de última hora, es fácil que, una vez dentro del quirófano, uno termine por relegar el cometido de completar el papel en el momento (y después no vale).

También hay un check-list post en el que el cirujano debe confirmar que la enfermera ha contado bien las gasas, si no ha sido así ya se encargan ellas mismas de no dejarte cerrar hasta que encuentren la que falte (que suele estar en el suelo o en la papelera), ha etiquetado bien las muestras y saber si el anestesista prevé algún problema al despertar. Cuestiones todas que poco tienen que ver con la parte quirúrgica y que, después de la concentración durante la operación, una no tiene la atención puesta en rellenarlos. Tras quemar las reservas de catecolaminas y corticoides endógenos la mente se relaja y el tiempo se dedica a escribir en la historia lo que se le ha hecho al paciente. 

El caso es que, a pesar de las protestas que hubo en la sesión de presentación, por todos los estamentos y, la falta de acuerdo final, la dirección siguió con su plan, sin alterarlo en lo más mínimo. No funciona. Por mucho que nos hayamos quejado, parece ser que tanto la sensatez como el diálogo van a seguir brillando por su ausencia y, que en este tema, como en todos los que se le cruzan a los consejeros, gerentes y directores entre ceja y ceja, no tenemos ni voz ni voto. Nos intentan convencer de que, en realidad, aunque hay que cumplimentarlo, no es algo importante, porque no es más que un papel interno que, en resumidas cuentas, carece de valor. A pesar de ello, supone un porcentaje de los objetivos. La contradicción de su trampa es tan absurda que una se queda a cuadros ¿De veras creen que nos vamos a tragar el señuelo? Es por ello por lo que, pese a todo, al entrar al quirófano el cirujano no le queda más remedio que ejercer de coordinador y empezar a pasar lista al igual que un maestro. A sus preguntas la enfermera y el anestesista responderán "presente" o "falta, seño". Todo ello tendrá lugar con el paciente bien despierto dentro de quirófano. Seguro que le resulta una experiencia memorable.

Rectificación de última hora: ¡Se admiten sugerencias para hacerlo funcionar! Claro que ha sido necesario un cambio de gerencia para entrar en razón. Tendré que ponerme a ello.

1 comentario:

José Miguel Díaz dijo...

Desde la humildad de un maestrillo, me siento identificado con tu situación Grumpy. Hasta el gorro de hacer millones y millones de papeles para justificar mi trabajo ante un inspector. He llegado a la conclusión de que mis "papeles y documentos", exigidos por las altas esferas, no sirven para justificar mi trabajo, sino para dar de comer a mucho chupóptero de oficina que no sabe o ha olvidado lo que es el trabajo en las "trincheras".