La foto de esta entrada es un retrato del Emperador Federico III de Alemania cuya historia está vinculada tanto con la Medicina como con la Primera Guerra Mundial. El cáncer de laringe que sufría condicionó su reinado. Me pareció una anécdota interesante y decidí hacer un breve resumen. Espero no haber colado muchos gazapos.
El Emperador Guillermo I de Prusia, padre de Federico III, murió a los 90 años de edad. Su longevidad determinó que Federico ostentase el título de Príncipe Heredero durante nada menos que 27 años. Guillermo I, a diferencia de Federico III cuyas tendencias liberales se asemejaban a las de su madre, era muy dogmático y conservador. Nombró como primer ministro a Otto von Bismark, conocido por sus ideas militaristas. Este dirigió el país con su política de "hierro y sangre", política con la que Federico no comulgaba.
En 1871 llegó la unificación de Alemania y Guillermo I se convirtió en Emperador de Alemania y Bismark fue nombrado canciller. Se le conocía como el Canciller de Hierro.
En 1886 Federico, aún príncipe, gran fumador de pipa, fue diagnosticado de cáncer de laringe. Hubo bastante controversia al respecto. Se barajaron distintos tratamientos, decisión en la que participaron Virchow, padre de la histología, Mackenzie, famoso médico inglés que había perfeccionado la técnica de la laringoscopia y que se opuso a la cirugía, y von Bergmann, propulsor de la asepsia quirúrgica, que discrepó con Mackenzie y se mostró favorable a la laringuectomía. El hecho de que el príncipe heredero sufriese un cáncer suponía una cuestión de estado que incluso podía interferir con su derecho a la sucesión. Además existía otro problema añadido: hasta entonces nadie había sobrevivido mucho tiempo a una cirugía de laringuectomía por lo que, finalmente, esta se desestimó.
El 8 de Febrero de 1888 el estado del príncipe empeoró tanto que von Bergmann se vio obligado a realizarle una traqueotomía que le permitiese respirar. Fue difícil y el príncipe casi muere durante el procedimiento. A partir de ese momento sufrió de un absceso en el cuello (que aunque se achacó a la cirugía probablemente se tratase de una manifestación del mismo cáncer) y no volvió a hablar.
El 9 de Marzo de 1888, a la muerte de su padre, Federico ascendió al trono. Por entonces la enfermedad estaba muy avanzada y no pudo llevar a cabo la política que pretendía de diálogo y diplomacia para Alemania. A pesar de su salud comenzó con sus planes de cambio y se programó tantas entrevistas y reuniones con dignatarios de otros países como le fue posible. Entre estas se contó la de recibir oficialmente a su suegra, la Reina Victoria de Inglaterra. Murió 3 meses después de su coronación, tras reinar 99 días, el 15 de Junio de 1888, a la edad de 56 años. Sus medidas para coartar el poder del canciller no llegaron a ser efectivas.
Tras su muerte le sucedió su primogénito, Guillermo II. Durante el parto, de nalgas, el bebé había sufrido una distensión del plexo braquial. Como consecuencia del trauma se lesionaron los nervios de ese brazo, lo que limitó su movilidad y atrofió la extremiddad. El emperador se esforzó por disimular su deformidad aunque nunca consiguió superar el complejo que le provocaba aquel defecto. Como compensación a su minusvalía Guillermo II se sentía llamado a la "misión divina" de engrandecer Alemania. Despreció las ideas liberales de su padre y retomó la línea militarista de su abuelo, con Bismark a su lado, al menos al principio, aunque este dimitió en 1890 por enfrentamientos con el acomplejado, fanático y radical Emperador. Esta situación creó un sentimiento de inseguridad en los países con los que Alemania había alcanzado un cierto equilibrio, como Rusia, que dirigió entonces sus alianzas hacia Francia. Guillermo II estrechó lazos con el imperio Austro-Húngaro y, en 1914, tras el asesinato del Archiduque Franz Ferdinand en Sarajevo, mostró su apoyo a éste para vencer a la organización de la "Mano Negra" y declararle la guerra a Serbia. Rusia se movilizó para defender a esta última.
La pregunta es: ¿Qué habría ocurrido si Federico III no hubiera padecido un cáncer de laringe y hubiese podido continuar con su política de diálogo? ¿Se habría evitado la Primera Guerra Mundial y las consecuencias de esta que dieron lugar a la Segunda? Mi opinión es que seguramente no. Sólo hay que echar una mirada retrospectiva a la historia para comprobar que, si lo que se pretende es una guerra, cualquier motivo basta para justificarla.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho esta curiosidad. Ahora mismo me estoy leyendo "La caída de los gigantes" de Kent Follett; es un pedazo de culebrón que cuenta la Primera Guerra Mundial desde la perspectiva de los alemanes, ingleses y rusos. Así que esta entrada al blog me ha venido de perlas para meterme en contexto.
Un beso Sol y recuerdos al Dr. Hause.
Hay mas personajes famosos que tuvieron cancer de cabeza y cuello, por ejemplo Freud y George Harrison, podrias escribir algo sobre ellos? te estaria muy agradecida soy una gran admiradora de los dos y tengo curiosidad. Maria.
Inteligente asociación de ideas. Me ha parecido muy interesante!Creo que el retrato que ilustra tu historia lo ví en un museo en Berlín.
Un beso. Ysabel
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