lunes, 4 de junio de 2012

Altibajos

Hay momentos de bajón en los que pequeños detalles pueden suponer la puntilla para terminar de hundirse en la miseria. Es muy fácil dejarse llevar por la tristeza de esos instantes y caer en la más negra desesperación. La falta de ánimo llega a tales extremos que regodearse en la autocompasión llega a suponer un consuelo y se entra en un círculo vicioso. Requiere un gran esfuerzo levantar cabeza y luchar por no verse arrastrada al fondo del pozo de la aflicción. Curiosamente, la superficialidad puede ayudar a equilibrar la balanza, simplemente por enmascarar el dolor y frenar el flujo de trágicos pensamientos. No es ni mucho menos infalible, pero es algo sencillo, que aún así cuesta, pero bastante menos que otras cosas. En esos momentos, en los que no se está como para acometer heroicas gestas, merece la pena intentarlo.

Lo primero que conviene hacer es sacudirse el aspecto lamentable. Hay que arreglarse, aunque no se tengan ganas. La rutina de cuidarse, a la que se le puede añadir el obsequiarse con un baño relajante, o ponerse una mascarilla o simplemente decorarse con unas pinceladas de color, contribuye a distraerse además de a quitar la "cara de pena" que, al mirarla en el espejo lo único que consigue es acongojarnos aún más. En mi caso concreto, un  toque de pintalabios rojo, además de animar mis rasgos, anima un poco mi humor. Al igual que cuando por la calle vemos algo agradable, esto nos hace sentirnos mejor, lo mismo ocurre cuando nos gusta la imagen que nos devuelve el espejo.

Una lectura animada, ya sea por divertida o simplemente porque se disfrute tanto de ella que tenga un efecto terapeútico, es más que beneficiosa. En mi caso, esto lo consigo con Jane Austen (tiene que ser en inglés ya que con la traducción pierdo esa sensación). Su lenguaje cuidado y su ritmo devuelven la calma a mi cabeza, lo que me permite valorar las cosas en su justa medida (o al menos desde una perspectiva menos negativa). Casi cualquier libro es bueno para relajarme, aunque no todos lo hacen del mismo modo. Lo bueno de Austen es que, además, la serenidad mental me dura un tiempo. Creo que me vendría bien un poco de Austenterapia, que hace mucho que no la hago. Me he leído tantas veces sus obras que casi me siento culpable por reincidir.

Un paseo es también una buena opción. El aire refresca las ideas, evita que se vuelvan rancias y echen raíces. La luz del sol anima. Incluso la lluvia puede lavar las lágrimas, aunque sólo sea por sustituirlo por la preocupación de acabar empapado. Siempre está Gene Kelly para mostrarnos las bondades de un buen aguacero.

El chocolate ha demostrado su efecto antidepresivo (por eso lo tomo de forma profiláctica). Simplemente el dejar que se deshaga despacio un trozo en la boca, hasta que esta se llene de su sabor intenso y recrear esa agradable sensación ya endulza la amargura que acompaña habitualmente las penas.

¿A quién no le gusta dar o recibir regalos? La ilusión que acompaña ese gesto, aunque sea un autorregalo, siempre saca una sonrisa. El agradecimiento por el detalle al que te lo ofrece o la belleza de un par de zapatos de capricho (de ahí el dicho de "más feliz que un niño con zapatos nuevos") surten un efecto positivo sobre el ánimo.

Mucho menos superficial e infinitamente más eficaz es el hecho de tener un hombro en el que desahogarse. El contar las cosas, obliga a estructurarlas y razonarlas. Escribirlas también lo hace, aunque en soledad. Se les quita el globo añadido por la angustia subjetiva y, muchas veces, se ven desde otro ángulo. Puede que no se necesite un consejo del que escucha, que a veces no sabe qué decir, sino simplemente el oírse a uno mismo mientras se procesa la información, con un apoyo para no sentirse desamparado, es suficiente. Puede hacerse por carta, por teléfono o en persona. La pareja, un buen amigo o alguien de la familia que escuche y con el que una se siente comprendida, estarán ahí, dispuestos para cuando se les necesita. Es bueno sentir que alguien a quien se quiere confía en ti y, aún más, sentirse útil. Si se ve que sufre, gusta poder echarle una mano y contribuir a aliviarle la carga.

Un abrazo es infalible: reconforta, protege, ofrece refugio y transmite cariño. Si además sirve para acurrucarse en el sofá mientras se ve una buena película, la sensación de bienestar es casi completa. Si falta, puede que el mundo se tambalee.

3 comentarios:

Miguel Angel dijo...

No me imagino pintándome los labios, así que dejaré esta opción, al menos de momento.

En mi caso, las muy, muy raras veces que me pasa algo parecido, funcionan El Señor de los Anillos, la relajación / meditación y caminar, sobre todo si puedo hacerlo solo y por la montaña. Con el contacto con la naturaleza, con esa orgía de colores, sonidos y olores todo se relativiza y las cosas adquieren su auténtica perspectiva.

Carolina dijo...

Gracias...en estos momentos ando exprimiendo mis "recetas".

Anónimo dijo...

Yo te envió un abrazote, tipo oso de peluche acolchadito...
Besos.Marta