sábado, 2 de junio de 2012

Picardía

Zoe Mozert
Mi padre era ese señor serio al que nadie se atrevía a hacerle bromas y mi tía Merche la encargada de echar por tierra ese mito. Siempre se ha tomado todo con un humor envidiable, y el haber tenido a mi progenitor como profesor particular de algo tan aburrido como el latín le dio la suficiente confianza con él (si es que necesitaba alguna), como para tomarle a guasa en sus momentos de exaltación. Recuerdo que yo la miraba con los ojos como platos, llena de admiración por su temeridad. ¿Cómo podía atreverse a replicarle? Después me quedaba muda, expectante, mientras anticipaba el estallido. Sin embargo, mi tía sabía jugar sus cartas, y su pícara intervención, lejos de calentar el ambiente, lo que lograba era relajarlo y la tensión se disolvía como por encanto, y hasta solía transformarse en carcajadas. Con el tiempo descubrí lo que mi tía ya sabía: casi todo ese exceso de respetabilidad no era más que fachada.

Me acuerdo especialmente de las celebraciones familiares en las que le tiraba del brazo a mi progenitor para sacarle a bailar. Él parecía reticente, le gustaba hacerse de rogar. No obstante mi padre siempre ha disfrutado con la música, en cualquiera de sus variedades, y una ver cubierto el expediente de los ruegos, se dejaba arrastrar a la pista sin mayores problemas. Con mi tía se solía crear entonces el problema de "decidir quién de los dos llevaba la voz cantante" y, para mi sorpresa, siempre ganaba ella. No se cortaba en corregirle si lo consideraba necesario y el otro se dejaba guiar sin rechistar. ¿Cómo lo conseguía? A estas alturas me sigue pareciendo un misterio. Agradecería infinito un ápice de esa mano izquierda porque me resultaría verdaderamente útil a la hora de tratar a mis pacientes. Esa capacidad de conseguir que hagan lo que se les dice, como si se estuviese en posesión de la razón absoluta y sin que se les pase por la cabeza la idea de contradecirme, haría mi trabajo mucho más sencillo (y no sólo el trabajo). Supongo que esa virtud requiere un talante y una paciencia de los que por desgracia carezco y que ella posee en abundancia: todo le parece bien, es en extremo complaciente y nunca se impone. Con esas cualidades: ¿quién puede negarse a sus demandas? Afortunadamente, soy lo suficientemente parecida a mi padre como para acceder a sus peticiones con un "sí bwana" lleno de convencimiento, así que me conformaré con dejarme arrastrar por su buena influencia y, a imitación de mi progenitor, haré lo que me diga.

¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES TITA!

2 comentarios:

Pacuelo dijo...

Este comentario es muy fácil ¡Tita Merche, tita Merche! Muchas felicidades tita.
Besosss

Anónimo dijo...

La Tita Merche es una persona generosa en todos los aspectos de la vida , es tan sincera que a veces te cuesta trabajo reaccionar ante lo que diga ,siempre habla desde el corazón, aquí no hay trampas ,yo la quiero mucho mucho ,me gustaría ver la vida con esos ojos aunque cada día ve menos pero como todas ,será la edad.
Bueno hermaníca que cumplas muchos y que seas muy feliz ,como dice el tito Fernández.
Un beso muy grande.