El grado de independencia de cada uno es en realidad la distancia de separación tolerada a sus puntos de referencia. Los más dependientes precisan soportarse en un sinnúmero de pilares, además de estar permanentemente, como lapas, pegados a estos. Con frecuencia, a los críos más inseguros el soltar la presa de su madre y cambiarla por su profesora al iniciar la escolarización les supone una transición algo traumática. En otros casos más desprendidos, basta con un número restringido de escogidos referentes. Es suficiente saber que están ahí, no hace falta tenerlos permanentemente bajo el ángulo de visión sino que sobra con intuir, aunque sea vagamente, que se puede contar con ellos en caso de necesidad extrema. Al madurar los referentes cambian, se pasa de los padres a la pareja y el no desligarse de los primeros impide, en ocasiones, que la relación progrese por la carga que arrastra. Los lazos están, pero más sueltos, lejanos y difusos.
Cuando el entorno se tambalea, se busca dónde agarrarse. Según el grado de reserva de la personalidad del afectado, éste se puede encontrar con que no tiene dónde apoyarse y la zozobra es casi total. Trata de salir a flote por sus propios medios. Cuánto más hundido se esté, tanto más duro será lograrlo. A veces aparece un nuevo asidero, que incluso puede que siempre haya estado allí aunque hasta entonces no se considerase como tal. Al principio, ese hallazgo se aferra con reticencia, al tiempo que se valoran su fuerza y su estabilidad. Si responde, puede ser el inicio de un nuevo universo de referencias.
La verdadera independencia sería aquella en la que el referente es uno mismo y no se precisa contar con nadie. Puede ser consecuencia de haber perdido pie de manera dramática y no haber recuperado nunca un pilar con una solidez comparable. Surge la desconfianza que desemboca en rechazo. Estar a solas consigo mismo es algo que apetece con cierta frecuencia. Sentirse solo y abandonado no. Ese aislamiento tan absoluto resulta abrumador para la inmensa mayoría de las personas pero, para estos solitarios, que no siempre asociales, no sólo es llevadera sino deseable.
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