Me he escapado a la montaña. El ruido estridente de la vida en la ciudad me saturaba. Necesitaba respirar, recordar los sonidos que componen el silencio.
Esta cabaña de piedra es, desde hace algún tiempo, mi refugio secreto. Acudo a ella cuando ya no puedo más. Me gusta llegar y sentir la soledad acumulada durante semanas en sus estancias vacías. Noto su bienvenida, la tranquilidad que me invade al traspasar el umbral. Me quedo inmóvil un rato, no sé cuánto. Cierro los ojos. Me transformo en roca. Cuando me muevo de nuevo, lo hago de manera lenta. No deseo alterar el ritmo de la montaña. Incluso mi corazón late con las ráfagas de aire.
En el interior de la cabaña reinan las sombras. Son formas acogedoras: una estantería con mis libros favoritos, el sillón al lado del hogar que me invita a acurrucarme en su asiento cuando regreso de mis paseos, un par de lámparas con pantallas, una mesa de madera pegada a la pared y unas sillas a su lado. Al fondo se abren un par de puertas estrechas.
Allí me olvido de la rutina. Al mirar por la ventana veo las montañas recortadas contra el nítido cielo del mediodía y sus cumbres me llaman. Debo alcanzarlas. Escalo las laderas agarrándome a las grietas. Desde la cima contemplo un paisaje infinito. Soy un águila que no sabe volar. Extiendo los brazos para sentir el golpe del viento. Descanso sentada en una cornisa y espero que el sol se ponga. Al volver, la nieve se enciende y arde con el fuego frío del hielo.
Por la noche me desvelan los recuerdos. La nieve refleja la claridad de la luna y me muestra un mundo diferente. Sombras largas entre la oscuridad que sólo dejan imaginar lo que hay detrás. Salgo a él y lo recorro hasta el amanecer. Sobre la piel siento el roce de algo invisible, más ligero que el viento y también más denso. En ese momento la luz rasga el horizonte por el este, la luna se vuelve transparente y las estrellas se recogen. Bajo los rayos del sol se ocultan las figuras de la noche. Emprendo el regreso con los ojos llenos de sueños. Entonces me acuesto y duermo.
4 comentarios:
Si no fuera tan miedica me encantaría irme a tu refugio unos días para poder desconectar después de estos días tan intensos. Es uno de los cuentos más bonitos que he leído tuyos. Creo que los textos que mejor te van son los sarcásticos y este estilo un tanto Becqueriano. Besitos.
Me ha gustado mucho esta entrada. Qué sensaciones!
Fantastico !!
Sabes describir como nadie los momentos más sencillos, llenos de sensaciones y pensamientos. Sabes transmitir una narrativa ágil que te atrapa, manteniendo en todo momento el interés del que lo lee. Una gran entrada. Saludos, manolo.
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