miércoles, 6 de junio de 2012

Presumir

He decidido que me gusta la gente presumida. No sé si es el reiterado contacto con hermanísima, que de cría presumía más que una gata tuerta, lo que me ha hecho valorar esa dudosa virtudd, pero el caso es que esta cualidad presenta sus innegables ventajas. Hermanísima reconoce su culpa aunque, a veces, le sorprenda la atención que le prestan sus hijas a su imagen y se pregunte extrañada de quién lo habrán heredado. Claro que sale rápidamente de dudas al verse señalada por la fulminante mirada de su interlocutor. Si bien es cierto que durante la infancia se trata básicamente de cursilería, y por regla general se limitan a sobreadornarse e imitar a los mayores, con la madurez el concepto evoluciona e influye de manera beneficiosa en otros muchos rasgos del carácter.

De entrada, lo más evidente es el cuidado de su apariencia. La preocupación por el aseo personal, la ropa y la armonía de sus complementos. Resultan agradables de contemplar. Presumido no es lo mismo que vanidoso, engreído o narcisista. Estos términos implican un marcado grado de egocentrismo que no está presente en el meramente presumido. Por el contrario, este último suele hacer gala de lo que se siente orgulloso y le gusta compartirlo con los de su alrededor. Son por tanto generosos en ese aspecto. Además, su preocupación por complacer a los demás hace que cuiden su educación y sus formas, por lo que, aunque en ocasiones tiendan a monopolizar la conversación, sí que poseen cierta tendencia al protagonismo, suelen tener muy buen trato y nunca llegan a avasallar.

El presumido no se queda tan sólo en el plano físico sino que en su progreso surge el interés por otras materias. Ese tipo de personalidad posee un afán de superación que le hace tener inquietudes. Les gusta destacar, por lo que se esmerarán al llevar a cabo todo lo que se propongan.

No sólo presumen de sus cualidades sino también de las ajenas. Alardean con orgullo y cariño de los logros de la gente que quieren, especialmente si tienen algún tipo de lazo afectivo con ellos. Toman como propios algunos de esos éxitos y, en muchos casos, se merecen parte, sino todo, el reconocimiento.

Un presumido puede entrar en franca competición con otro presumido cuando ambos quieren demostrar ser los mejores en un determinado aspecto. Unas veces uno llevará la razón y en otras ocasiones será el otro. Una pega que poseen es que no suelen tener muy buen perder de entrada (excepción hecha de hermanísima a la que nunca le ha supuesto un problema). Claro que su civismo les hace tragarse su disgusto, y algunos, con el tiempo, aprenden a reconocer sus limitaciones (siempre con un amplio margen).

En mi caso concreto, presumo de House, de mi familia, no puedo evitar sentirme orgullosa de mi blog cuando recibo halagos, así que también presumo de ello al igual que lo hago de otras muchas cosas, supongo que con menos razón de la que creo. Sin lugar a dudas, lo que más me gusta es ser motivo de presunción por parte de los que me quieren.

3 comentarios:

Rafa-MrMagoo dijo...

motivos teneis de sobra ambas... hermanisima quizá un poco màs, por el hecho evidente de estar acompañada de semejante hacendra...no, no se me ha pegado nada nada la cualidad de la que hablas en esta entrada...... :-D

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo en todo, sin excepción. Efectivamente es mucho mejor presumir de algo que tienen los demás, que de lo que tu crees que tienes.
Tener un alto concepto de si mismo no tiene sentido, si no es corroborado por el enemigo. Concretamente, tú presumes cuando describes a tus familiares y amigos sacando lo mejor de cada uno de ellos, en cuando tienes una oportunidad, por ejemplo, con tus felicitaciones. A propósito, ayer cuando leí la felicitación a tu prima María me diste motivos más que suficientes para presumir más que un pavo real.

Un beso, JMD

Carmen dijo...

Yo siempre presumo de hermana. Es una suerte decir que tu hermana era la más lista de la clase y que sacaba todo sobresalientes (aunque en mi infancia no me creí tan afortunada por eso). Presumo de hermano, de mi otra hermana, de padres, hijas, marido...Y siempre de forma positiva, viendo todas esas cosas buenas que me aportan e intentando sacarles el máximo partido.
Recuerdo que el otro día vino una del sindicato a hablarnos de la precaria situación que vivimos y que hemos comentado en algunos de esos artículos que escribimos en este blog para cambiar el mundo. La mujer venía con una raíz de tres meses, el pelo seco y descuidado, la cara sin hidratar y ya no hablo de sus codos. Se me ocurrió hacer el siguiente comentario: ¡Cuánto ganaría el sindicato si las personas que lo representan vienieran peinadas y arregladitas! ¡Para qué queremos más! Por poco no me tachan de neo-nazi. Yo conseguí convencerlas de que el hecho de que una persona salga de su casa limpia y arreglada es un acto de generosidad hacia los demás (ya que uno mismo no se vé), es algo que se hace para provocar una reacción agradable en la persona que tienes enfrente.
¡Qué se lo digan a los publicistas! Seguro que los de la coca-cola iban a poner a un asqueroso perro flauta en vez del tío cachas del anuncio.
Aparte del aspecto meramente externo creo que presumir de ser buena gente y de rodearse de gente mejor aún es lo más grande. Presumir de intentar mediar en momentos duros, de pedir perdón el primero, de bajarse del burro antes que el vecino, de trabajar el 100 por cien, de ser generoso en el tiempo y atención que dedicamos a los demás y de muchas más cosas ya es para nota.
Bueno, no os aburro más. Sólo terminar diciendo que una de las mejores cosas que nos puede pasar a todos es que otros presuman de que nos conocen.