No puedo dormir. La luna llena ilumina mi cama con su claridad de plata. Las sombras del exterior se proyectan sobre la pared. Fuera se agitan las hojas de los árboles y dentro tiemblan los muros. El viento sopla y empuja la luna hasta dejarla delante de mi ventana. Extiendo la mano para alcanzarla.
Un rayo se posa a mis pies y abre una puerta en el aire. Cruzo el umbral sin dudar. Accedo a una senda blanca que asciende en una espiral de vértigo hasta perderse en el cielo. Subo. Mis pies se hunden y la estela oscila bajo el peso de las huellas. Camino de puntillas, sin apoyar los dedos. El camino termina en un abismo. Estiro el cuerpo, alzo los brazos, me impulso y salto. Caigo al vacío, despacio. Una cinta de nácar me envuelve en un lazo que se enrolla en mi cintura. Giro para liberarme y de entre mis piruetas surge una nebulosa de estrellas fugaces.
La noche titila a mi alrededor mientras vuelo hacia la luna. La alcanzo y me uno a ella. Mis brazos rodean su esfera. Es frágil como el cristal y brilla como una perla. Acerco mi rostro al suyo y mis ojos se cierran. Danzamos. Me guía en el baile que recorre los rincones de la noche.
La luna canta una nana para que no salga el sol. Es una canción tan dulce, tan llena de sueño, que yo también me duermo. Me acurruco en su regazo para mecerme. Siento la luz de un beso en mi mente. El primer rayo de la mañana duerme junto a mí en mi almohada.
2 comentarios:
Me encanta ver la luna aunque no imagino cosas tan hermosas como las tuyas. Salgo por las noches a la terraza a verla siempre más brillante cuando estoy en la Sierra. Anoche, pese a verla desde el centro de la gran ciudad relucía como un cristal plateado.
Me encanta la forma en que escribes, describiendo cada uno de los detalles de una manera que leerlo es toda una delicia. Gran trabajo. Saludos, manolo
Publicar un comentario