La
leyenda de Flora
Hace mucho tiempo vivía una chica
llamada Flora a la que le encantaba cantar en la orilla del río
cuando iba a llenar su cántaro de agua. Sucedió que cierto día que
una malvada bruja llamada Ámbar la oyó cantar y decidió que quería
quedarse con la voz de la joven. Se acercó a ella, pero no como una
bruja, claro; se transformó en una niña pequeña que hacía como
que saltaba entre las piedrecitas del río. A Flora le parecía una
monada de niña, pero de repente Ámbar tomó de nuevo su aspecto
original y le arrebató la voz a la campesina. Después la bruja
desapareció con un simple movimiento de su varita.
Al principio, Flora pensaba que se
trataba de una horrible pesadilla y que a continuación despertaría
de nuevo en su casa y todo volvería a ser como antes, pero después
se dio cuenta de que no era así y estaba desolada; se había quedado
muda y ya no podía hacer lo que más la gustaba en el mundo, cantar.
Decidió irse a su casa y tranquilizarse un poco. Cuando llegó se
tomó un vaso de leche calentita y se fue a la cama directamente. Ese
había sido el peor día de su vida. La pobre Flora había perdido
toda la Fe y cuando ya lo daba todo por perdido sucedió algo que
cambiaría su vida para siempre, algo que la haría vivir la aventura
de su vida.
Eran
las doce de la madrugada más o menos cuando se presentó en su
cuarto una pequeña criatura que le dijo que era un hada y que se
llamaba Orquídea. Pues bien, Orquídea le explicó a Flora que tenía
que realizar tres pruebas si quería llegar a los dominios de Ámbar
y así luchar contra ella para recuperar su voz. Al amanecer ya
estaban Flora y Orquídea listas para adentrarse en el viaje de sus
vidas. Recorrieron los Bosques Tenebrosos hasta llegar a una ciudad
abandonada donde Flora debía realizar las tres pruebas.
Alcanzaron el viejo torreón de lo
que antes había sido un majestuoso palacio donde Orquídea le había
dicho que habitaba Luz, la encargada de hacer las pruebas a los
forasteros que se adentraban en su territorio. Luz era un duende de
aspecto amigable con una amplia sonrisa y unos enormes ojos azules.
Tras presentarse le formuló a Flora las pruebas que debía realizar:
primero debía llevarle una flor que solo crecía en el Pantano de
Arún, después debía llevarle un poco de savia de cactus y por
último un frasco de baba de trol.
Luz les dijo a las dos viajantes
que tenían tan solo siete días para encontrar todos esos
ingredientes. Flora y Orquídea se pusieron en marcha en seguida y a
los dos días ya habían llegado al Pantano de Arún donde con ayuda
de Orquídea, Flora pudo conseguir la flor sin ahogarse en las arenas
movedizas que conformaban el pantano. Tardaron dos días más en
llegar hasta el desierto donde cogieron la savia de cactus. Lo que
más les costó a nuestras dos aventureras fue adquirir la baba de
trol porque era una misión bastante peligrosa. Decidieron esperar a
que la criatura se durmiera y entonces llenaron el frasco con el
codiciado líquido.
Una vez que ya tenían todos los
ingredientes decidieron volver a entregárselos a Luz. Esta les dijo
que habían llegado justo a tiempo pues ya habían pasado los siete
días. Dicho esto mezcló todos los ingredientes y creó la poción
con la que Flora viajaría hasta el castillo de Ámbar.
Flora sintió como se le revolvía
el estómago mientras una nube de polvo verde la envolvía y la
transportaba a aquel tétrico lugar montañoso y pantanoso que
conformaba los dominios de Ámbar. La bruja se presentó con su
habitual vestido negro y sus pérfidos ojos morados la miraban
intensamente. Flora no dudó un instante que la bruja ya sabía por
lo que estaba allí. Flora luchó contra Ámbar hasta que ya no se lo
permitieron sus fuerzas. Hubo un momento en que pensaba que la
pérfida bruja acabaría con ella pero de repente sintió como si
algo en su interior la obligara a levantarse y a acabar con su
enemiga, una fuerza que la llenaba de Fe y de confianza, la
suficiente como para realizar un movimiento lo bastante rápido como
para arrebatarle la varita a su adversaria y terminar con ella.
En
ese instante una nube mágica envolvió aquel territorio asediado por
el miedo y absorbido por las tinieblas e hizo que se convirtiera en
un lugar verdaderamente hermoso y en el que se podía vivir en paz y
armonía. Esa nube también transportó a Flora a su casa donde
durmió como un lirón.
A la mañana siguiente bostezó y
al principio no se lo podía creer pero unos segundos después ya
estaba dando brincos de alegría por toda su cabaña, había
recuperado su voz y era lo único que le importaba. Flora nunca se
olvidó de todas las criaturas mágicas que había conocido durante
los últimos días, vivió muy feliz toda su vida y nunca dejó de
cantar.
Esta
leyenda me la contaron los aldeanos que vivían en el pequeño pueblo
de Alaín cuando viajé por aquellas tierras hace ya muchos años.
Todavía se la cuento a mis nietos y espero que así pase de
generación en generación pues los que luchan por aquello que aman
conseguirán hacer lo que se propongan y el bien siempre triunfará
sobre el mal
FIN
2 comentarios:
¡Qué bien! Es una historia muy imaginitiva con una buena dosis de ingenuidad que le da ese carácter tan infantil, propio de un cuento. Me ha gustado mucho y animo a la autora a seguir emulando a su tita y sorprendiéndonos a menudo con más narraciones.
Muchos besos.
Que historia tan bonita y tan bien escrita, es divertida, fresca, ligera pero con una buena historia de fondo. Enhorabuena a sobrinísima!
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