Desde un punto de vista biológico, ese que nos enseñan en el colegio con la frase: "los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren", la enfermedad, aunque no se enumere en la lista, también formaría parte de la ley de vida. El proceso vital es tan complejo que es imposible que no haya fallos, y esos fallos son lo que constituyen la enfermedad.
La genética es una lotería en la que se combinan genes sanos y defectuosos. Se desencadena entre unos y otros una lucha de fuerzas para ver quién se lleva el gato al agua: dominante, recesivo, codominante, ligado al sexo, de penetrancia completa e incompleta, letales, de expresividad variable, mutaciones de novo y un largo etc mantienen el equilibrio, o el desequilibrio, entre salud y enfermedad. Para más inri a esto se le añaden los factores ambientales, los tóxicos, los accidentes, las infecciones, el sistema inmunitario, las alergias y las reacciones cruzadas y autoinmunes. Es tal la variabilidad que incluso dentro de la identidad genética de los gemelos homocigotos se pueden presentar enfermedades diferentes.
Los procesos vitales incluirían no sólo la herencia, la anatomía y el metabolismo, sino también el pensamiento y las emociones. Una enfermedad física no tiene por qué considerarse más grave que una psicológica. Ambas pueden ser igual de largas, crónicas, incapacitantes y mortales. De hecho es más fácil comprender lo que le sucede a un órgano, o a un grupo de células determinado, que ponerse en el pellejo de un neurótico y menos aún comprender la realidad paralela en la que vive un psicótico. Una infección es un bicho que hay que matar. Un músculo se rompe y se arregla: se opera, se inmoviliza, se rehabilita. Luego queda un poco de fibrosis, o algo de incapacidad funcional o, en el peor de los casos: dolor. Sin embargo si es la mente de un paciente lo que se rompe es más difícil actuar, tanteamos, sin algo tangible a lo que enfrentarnos directamente. Lo mental impone y eso nos hace marcar una distancia para sentirnos a salvo. Analizamos nuestro ánimo y nuestra cordura pensamos que las diferencias, ya sean grandes o muy pequeñas, evitarán que nos pueda pasar a nosotros. En realidad somos unos ingenuos.
¿Es la enfermedad mala suerte? Supongo que no puede considerarse así. Simplemente es un efecto secundario de la evolución. A través del método de ensayo y error no sólo se produjeron cambios que derivaron en una ventaja evolutiva sino que, para llegar a acertar por mero azar fue necesario pasar previamente por toda una larga serie de experimentos frustrados. Algunas enfermedades serían la consecuencia de nuevas pruebas o secuelas de las antiguas. De un modo u otro, más tarde o más temprano es algo que le afecta a todo el mundo. Es sólo cuestión de tiempo. No es ni buena ni mala suerte, sino naturaleza.
PS: No es dogma, es una opinión y me encantará oír otras.
4 comentarios:
Es difícil contestar a la pregunta que da título a la entrada de hoy. Desde mi experiencia, el hecho de haber pasado ciertas rachas malas por la aparición de alguna que otra enfermedad ha dado lugar a valorar mucho más las etapas de salud y sacarles mucho más partido. El problema para mí -y creo que para muchas personas- es cuando la enfermedad se convierte en el centro de la vida de una persona, de tal manera que la mayor parte de la actividad va dirigida a conseguir que la enfermedad no crezca, no pueda contigo, te permita hacer y pensar algo que no sean los tratamientos, la visita al médico, la estancia en el hospital, etc. Esas son las enfermedades, que me gustaría que desaparecieran. Sé que eso es un imposible y que algunas de las enfermedades superables actuales formaban parte de ese grupo de enfermedades absorbentes que exigen una enorme lucha tanto por parte del paciente como por parte del médico. Ese esfuerzo de ambos me parece una de las actitudes más encomiables en la vida y ójala que en muchos casos pueda ir acompañado del éxito.
¿Sobra la enfermedad? Menuda pregunta. Yo pienso que no, si no existiese la enfermedad no tendríamos un punto de referencia para valorar la salud.
Hasta hace pocos años cuando salía de una enfermedad y alguien me preguntaba yo le respondía: gracias a Dios ya estoy curado. Ahora mi respuesta ha cambiado y mi agradecimiento se decanta hacia las personas y a los medios que han logrado mi mejoría.
Un beso, JMD.
Hay un libro que hace 3 veranos, estando casi inmovilizada por lesiones sacro-ilíacas, me hizo pensar mucho en la enfermedad y en su historia en Occidente (el libro tiene una fuerte carga filosófica). Se titula CATARSIS, editorial El acantilado. Del autor no recuerdo el nombre (el librito lleno de anotaciones lo presté y no lo he recuperado) creo recordar que es polaco. . .
Las enfermedades par mí son naturaleza, algo así como crisis de crecimiento, pero también son NO suerte, MAL azar entreveradas de EMOCIONES y SOMATIZACIONES. De todas ellas la peor, de acuerdo total con Señora (ella lo sabe bien, lo ha tenido muy cerca), es la que, sea cual sea su diagnóstico clínico, se convierte en el centro absoluto de la vida del enfermo.
Quiero romper una lanza por las enfermedades mentales tan incomprendidas y denostadas socialmente. El párrafo que les dedicas en la entrada es perfecto . . . ¡ y tan ingénuos!. Es un estigma social ser neurótico, no ser canceroso.
Besos. Amigademadre
Llevo días pensando en tu pregunta. Después de una enfermedad (grave) un@ cambia, muchas veces a mejor. Si no se supera, una enfermedad a lo mejor te enseña a morir bien, pero no puedo dejar de pensar que la enfermedad me sobra, y mucho, cuando toca a personas que quiero, y las veo sufrir, aunque sea una preparación que me sirve para asimilar...
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