No se avienen a razones. Cuando se les indica que deben esperar fuera a ser atendidos y que están invadiendo la privacidad de otros pacientes no comprenden a qué se hace referencia. Está claro que el gran concepto que tienen de sí mismos en su egocéntrico universo no comulga con la idea de que su presencia pueda incomodar y, menos aún, resultar molesta. El ser deseados hasta en el infierno, según su opinión, no implica que el médico del demonio se muera de ganas de atenderles. En realidad lo que sí que desea es mandarles al diablo (con un mínimo de cortesía que evita que les diga lo que piensa, aunque no impide el cerrarles la puerta en las narices cuando no procesan el significado conminerativo de la frase "¡no puede pasar!" e insisten en imponer su presencia por encima de la del paciente de turno).
Cuando esto ocurre no puedo evitar preguntarme qué sucedería si estos energúmenos reprodujesen semejante comportamiento en otros lugares ¿Es que acaso entran en la cabina del piloto del avión? ¿O visitan al maquinista del tren? ¿Se meten a discutir el estado de sus cuentas con el director del banco en vez de esperar la cola correspondiente en el cajero? En una comisaría ¿pasarían directamente al despacho del capitán a recurrir una multa de aparcamiento? Si eso fuese así, no dudo que podrían acabar también realizando una estancia, no sólo turística, en el bonito calabozo de esas interesantes instalaciones.
El problema principal reside en que esto no es algo anecdótico sino que este tipo de violentos eventos tienen lugar a diario. La situación ha empeorado aún más, si cabe, tras la implantación de las máquinas de números de llamada. Ya no se asoma nadie a las salas de espera a quien poder recurrir (y pobre del valiente que lo haga, porque será abordado sin piedad). El personal que, supuestamente, debía estar de apoyo a pie de máquina para ayudar a los pacientes, no está en su puesto (no es culpa suya, la mayoría, con motivo de los recortes, no tienen ese puesto).
2 comentarios:
El pestillo. Algo tan sencillo como poner un pestillo en las consultas y dejarlo echado le vendría muy bien a más de uno, si además se acompañase de un mecanismo que detectase que después de intentar abrir la puerta con pestillo y no poder se pone a golpear la puerta y le diera una pequeña descarga eléctrica, miel sobre hojuelas. A veces somos poco prácticos con personas que se comportan mucho peor que los animales y son tratadas con la educación propia de la buena gente.
Ya se que no es un consuelo, pero la falta de educación no solo la padece el personal sanitario, es algo generalizado que, por lo menos en mi caso, palpo desde primera hora del día, cada vez que salgo de casa y me cruzo con algún vecino que ha borrado las palabras "hola" o "adiós" de su vocabulario. A menudo acompañan a algún cachorro al colegio. Dando ejemplo de buenas maneras.
Eso sí, luego no tengo que mostrar interés por sus dolencias, ni por las del crío. Paciencia tenéis.
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