miércoles, 15 de mayo de 2013

Invasores

Hay pacientes que se creen con todo el derecho a irrumpir en medio de una consulta independientemente de que esté, o no, ocupada por otro enfermo. No se disculpan por su impertinencia sino que, al contrario, demandan atención inmediata. Tampoco les detiene el hecho de no encontrar a nadie en ese instante, en cuyo caso recurren a llamar al médico a voces y a preguntar lo evidente: ¿no hay nadie? El doctor puede estar en otro despacho, en la planta, haber salido al baño o a atender una urgencia, pero eso no va con ellos. Aprovechan las puertas de comunicación interna para extender su invasión hacia las consultas ocupadas.

No se avienen a razones. Cuando se les indica que deben esperar fuera a ser atendidos y que están invadiendo la privacidad de otros pacientes no comprenden a qué se hace referencia. Está claro que el gran concepto que tienen de sí mismos en su egocéntrico universo no comulga con la idea de que su presencia pueda incomodar y, menos aún, resultar molesta. El ser deseados hasta en el infierno, según su opinión, no implica que el médico del demonio se muera de ganas de atenderles. En realidad lo que sí que desea es mandarles al diablo (con un mínimo de cortesía que evita que les diga lo que piensa, aunque no impide el cerrarles la puerta en las narices cuando no procesan el significado conminerativo de la frase "¡no puede pasar!" e insisten en imponer su presencia por encima de la del paciente de turno).

Cuando esto ocurre no puedo evitar preguntarme qué sucedería si estos energúmenos reprodujesen semejante comportamiento en otros lugares ¿Es que acaso entran en la cabina del piloto del avión? ¿O visitan al maquinista del tren? ¿Se  meten a discutir el estado de sus cuentas con el director del banco en vez de esperar la cola correspondiente en el cajero? En una comisaría ¿pasarían directamente al despacho del capitán a recurrir una multa de aparcamiento? Si eso fuese así, no dudo que podrían acabar también realizando una estancia, no sólo turística, en el bonito calabozo de esas interesantes instalaciones.

El problema principal reside en que esto no es algo anecdótico sino que este tipo de violentos eventos tienen lugar a diario. La situación ha empeorado aún más, si cabe, tras la implantación de las máquinas de números de llamada. Ya no se asoma nadie a las salas de espera a quien poder recurrir (y pobre del valiente que lo haga, porque será abordado sin piedad).  El personal que, supuestamente, debía estar de apoyo a pie de máquina para ayudar a los pacientes, no está en su puesto (no es culpa suya, la mayoría, con motivo de los recortes, no tienen ese puesto).

La falta de respeto por el personal sanitario está cada vez más extendida y no sólo en lo que respecta a desdeñar el miramiento que requiere la íntima relación médico-paciente. La ausencia de puntualidad forma parte del pan nuestro de cada día. Las excusas más habituales son las de: "estar trabajando" (como si en el hospital no se hiciese precisamente eso), la indignante "otras veces soy yo el que espero" (ante lo cual el razonamiento evidente es que "si el paciente no está a su  hora, el médico no puede ir en hora") o la original "no encontraba aparcamiento" (ante lo que pregunto qué es lo que hacen con el coche cuando van al cine al centro de Madrid). En ocasiones, algún tipejo recurre incluso al insulto al no lograr salirse con la suya. De nada sirve que el Colegio de Médicos afirme que "la condición de autoridad le sea inherente al médico durante el desarrollo de sus funciones" y que, por tanto, "cualquier amenaza se denunciará por vía penal". Si se hiciera así, ni las cárceles ni los jueces darían abasto para atender la ingente acumulación de demandas.

2 comentarios:

Carmen dijo...

El pestillo. Algo tan sencillo como poner un pestillo en las consultas y dejarlo echado le vendría muy bien a más de uno, si además se acompañase de un mecanismo que detectase que después de intentar abrir la puerta con pestillo y no poder se pone a golpear la puerta y le diera una pequeña descarga eléctrica, miel sobre hojuelas. A veces somos poco prácticos con personas que se comportan mucho peor que los animales y son tratadas con la educación propia de la buena gente.

Javier Medina dijo...

Ya se que no es un consuelo, pero la falta de educación no solo la padece el personal sanitario, es algo generalizado que, por lo menos en mi caso, palpo desde primera hora del día, cada vez que salgo de casa y me cruzo con algún vecino que ha borrado las palabras "hola" o "adiós" de su vocabulario. A menudo acompañan a algún cachorro al colegio. Dando ejemplo de buenas maneras.

Eso sí, luego no tengo que mostrar interés por sus dolencias, ni por las del crío. Paciencia tenéis.