miércoles, 8 de mayo de 2013

El palacio entre la niebla

Sólo entre la niebla de la noche surge el palacio en el monte. Sólo entre la niebla se tornan sólidas sus paredes de piedra. Sólo la niebla amortigua los sonidos del mundo oculto que cobra vida.

Mientras el interior se ilumina con la luz dorada de las hadas, se oye el eco del trajín en la cocina y la música de los violines del salón se escapa por los balcones para salir al jardín. Sólo la luna escucha el susurro de las voces y es testigo de promesas hechas con los ojos cerrados, bajo el aliento de un beso.

Salgo temprano, al amanecer. Mi primer cielo del día es de color violeta. La luz se aclara lentamente pero las formas son meras siluetas de sombra gris. En el monte aún reposa la niebla y entre ella se asoman los tejados del palacio de mi cuento. Las torres, recortadas a contraluz sobre el difuso horizonte, pertenecen a otro tiempo. Son restos del mundo invisible en el que nacen los sueños, que han quedado prendidos a la tierra entre la oscuridad y la niebla.

Noto su respiración serena y también puedo oír los pasos alegres de unos pies descalzos que caminan de puntillas para no despertar a nadie. El roce de un vestido de baile se arrastra tras esos pasos, y gira y gira a su alrededor. Aún suena la música, aún se siente el cosquilleo del abrazo, de la cabeza abandonada sobre el hombro, de las miradas enganchadas y del sabor inolvidable de los labios. Vuelan los minutos en un torbellino de emociones. La noche ha terminado y toca regresar, desaparecer de nuevo.

El bosque espera inquieto. Es tarde y el palacio debe recogerse antes de que salga el sol, antes de ser descubierto. Se hace el silencio. Surge la luz.

Me acerco. En el monte ya tan sólo se distinguen las copas redondeadas de los árboles, los picos triangulares de los abetos y las sombras, de líneas rectas, de los tejados y terrazas de las casas.

2 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol Elarien, buenos días; el reloj se rompió poco antes de llegar las doce, las campanadas no sonaron, y Cenicienta, en vez de huir apresuradamente perdiendo su zapato, apuró sus últimos bailes con el príncipe y se ganó una hermosa y prolongada noche de amor en el palacio. Y tú nos cuentas su despertar... Supongo que es una chorrada superlativa, pero es lo que se me iba ocurriendo según iba leyendo tu relato. Muy bien escrito, por cierto.

Un abrazo y hasta pronto.

Sol Elarien dijo...

Gracias Manuel, es un cuento para que cada uno se imagine lo que quiera y me gusta tu versión. Un abrazo: Sol.