lunes, 20 de mayo de 2013

Rebeldía

Una de las protestas más habituales de hermanísima era su queja de que, a pesar de no ser la mayor, sí tener que ser la encargada de abrir camino. Le tocaba discutir por la prolongación de las horas de llegada a casa (ninguno de nuestros amigos tenía una hora que se aproximase tanto a la puesta del sol como la nuestra), los permisos para asistir a alguna fiesta, las salidas de Nochevieja o las subidas de la paga. Afortunadamente para mis padres yo era un muermo inadaptado y cambiar mi libro y mi cama por un local lleno de ruido con música ramplona a todo trapo, gente borracha y humo no me atraía. Mejor que pensase así porque con mi absoluta falta de paciencia si, además, hubiese sido rebelde, en mi adolescencia habría explotado como una bomba de relojería (con el reloj roto). Menos mal que la naturaleza es sabia y sabía que para la supervivencia de la humanidad era preciso que mi falta de aguante no se acompañase de un espíritu revolucionario. Eso no significa que fuese fácil convivir conmigo, ni tampoco que sea dócil y manejable. Soy obstinada, me irrito con celeridad y, de vez en cuando, me sublevaba en relación con algún berrinche. Las consecuencias solían ser tan desastrosas que aún me abochornan. Escarmentada y arrepentida, no me sentía inclinada a dejarme llevar por nuevos arrebatos durante una larga temporada.

No me gustan los enfrentamientos pero tampoco el engaño. No sé mentir, lo paso fatal si lo intento y se me nota. Mi arte en el disimulo aún está en pañales pero cuando me he visto en situaciones en las que mi sinceridad no ha servido más que para desencadenar tensión y crispación he optado por actuar según mi criterio, aunque fuese a la chita callando. Hay obligaciones ineludibles, respaldadas por un buen motivo, pero otras son arbitrarias y esas son las que, siempre tras abordar el tema para intentar llegar a un acuerdo y fracasar en el intento, eludía al tiempo que me las ingeniaba para que mi "antagonista" no se enterase de que mi escaqueo. El ejemplo más claro: la imposición paterna de ir a misa los domingos. Salía de casa a la hora señalada y me iba a mirar libros al VIPS. Con frecuencia se me iba el santo al cielo ¿me acercaría eso a la divinidad? Sinceramente no creo que mi progenitor lo entendiera así y si me descubría no me cabía duda de que me castigaría. Como estaba convencida de tener razón esa amenaza no me amilanaba. Eso sí, también tenía tan clara su postura al respecto que no era tan insensata como para quedarme en casa a defender la mía. Se podría considerar una forma de rebelión pasiva, terca pero también pacífica y efectiva.

Se supone que a nadie le gusta discutir, aunque ese es un punto debatible, ya que son muchos los que aprovechan cualquier tontería para hacerlo y de paso sacar viejos trapos sucios mientras se tiran los trastos a la cabeza. Ser testigo de desafíos no sólo me incomoda sino que me violenta, al igual que lo hace la cerrazón, el abuso de poder y la intolerancia.  La ira nunca es buena consejera y envenena todo lo que contamina. Es bueno aprender a escoger las batallas, hay casos perdidos desde el principio que conviene evitar cuando es posible hacerlo, y reservar esas energías. Eso sí, cuando se trata de luchar contra la injusticia, no queda más remedio que implicarse y arremeter con toda la flota. Hay quien sabe hacerlo con calma y sutilmente, con ¿diplomacia?

4 comentarios:

Manuel Márquez dijo...

Hola, Sol Elarien, buenos días; sabia y reposada reflexión la tuya, al hilo de la vivencia personal. Mirarse desde ¿fuera? con espíritu crítico siempre es un sanísimo ejercicio, aunque está claro que es más fácil ir al gimnasio. Supongo que nos iría bastante mejor si lo practicáramos más (lo del gimnasio, imagino, también...).

Un abrazo y buena semana.

Carmen dijo...

La diplomacia es fundamental en esta sociedad hipócrita en que vivimos. Siempre tengo mucho cuidado en no decirles a los padres que su hijo es un melón porque se ponen a la defensiva y no hay más que hablar. Es mucho mejor decirles: "Su hijo es muy buen compañero, el profesor de educación física dice que es muy bueno en deportes, además siempre me ayuda a recoger. Tendría que trabajar más en casa y estar más atento en clase porque las mates, la lengua, el inglés y las science le cuestan. Con un poco de esfuerzo por parte de todos seguro que las va sacando ¿Habéis pensado ponerle un profesor de apoyo por las tardes? Le vendría muy bien y ganaría confianza". Dices lo mismo pero quedas genial y los padres se van tan contentos.

elvis dijo...

Adornar la realidad con palabras es una manera de hacerla más agradable. Unos de mis escritores favoritos, Javier Reverte, en un viaje por Grecia basado en la obra de Homero, ridiculiza la controversia sobre si Homero escribió La Iliada y la Odisea apuntando a una de esas frases infalibles "¿realmente importa?" Y es que a veces,llevar razón en las discusiones nos hace perder todo tipo de perspectiva.

Besos!

Anónimo dijo...

Mi querida Groumpy...qué buena reflexión la tuya... cuando se trata de verdades, yo siempre recurro a lo que dice mi padre, (gran sabio)-Que si la verdad no viene envuelta en caridad..( a veces cariño) Es mejor mirar si tanta sinceridad va a perjudicar más que beneficiar.