Aunque por regla general la prensa se ceba con sus víctimas, en otros casos transforman las historias en cursis novelas rosas en la que cualquier acto queda justificado y edulcorado, hasta que la evidencia palpable no permite tapar más los tejemanejes de estos privilegiados. Eso sucede con la realeza: cuentos que se hacen realidad, en los que sus protagonistas son felices y comen perdices. La verdadera conclusión que se saca al leerlos es que, en realidad, lo que son es tontos. Daría lo mismo que el título lo ostentase una persona o un muñeco. Lo que interesa es captar en una fotografía el gesto de complicidad entre los príncipes, o la manera de lucir el vestido de la princesa de turno, llámese Letizia, Catherine, Mary o Máxima.
No comparto lo que nos pretenden vender con la idea que estas miembros de la realeza sean los nuevos iconos de elegancia y estilo. A veces aciertan y otras muchas no, aunque lo que sí que está claro es que los modelos que lucen no son los más prácticos para ser usados en la rutina diaria. Eso sí, el peinado y el vestuario escogido para cada evento rellenan los titulares y ocupan las portadas de la siguiente tirada. Supongo que es una maniobra para mejorar su popularidad y disipar dudas sobre el posible arribismo de las mencionadas. Es una forma muy superficial de hacerlo, pero los lectores de panfletos, algunas revistas no merecen otro nombre, no se caracterizan por su profundidad de pensamiento. Es herencia de la "mítica" Lady Di, que a pesar de no haber hecho nunca gala de inteligencia, ni de un saber estar adecuado a su posición, sí que destacó a la hora de publicitarse, hasta que el excesivo interés despertado desembocó en tragedia. Es cierto que acertó a la hora de escoger causas de beneficencia, por las que parecía sentirse sinceramente interesada, y que fue su preocupación en este sentido lo que le hizo merecerse su popularidad y le otorgó el título de princesa del pueblo.
El problema con las actuales "Cenicientas" es que se han olvidado de copiar esto último y se han quedado en meras imitadoras de su imagen. No comprenden que no se trata de representar un papel de una película de Disney, para eso ya existen los cuentos de dibujos animados, sino que tienen que convertirse en un personaje real, en todos los sentidos de la palabra, que sepa comportarse y no simplemente interpretar (claro que en la realeza de sangre no hay nadie que les sirva de ejemplo a seguir). Interesa su físico porque vende, cosa que el cerebro no hace, y estoy segura de que la mayoría lo tiene. Claro que su función de mayor importancia no recae en su rostro, en su cerebro ni en su moral, sino que depende de su útero ya que están destinadas a perpetuar la estirpe. Visto así, es incluso posible que la herencia endogámica de las casas reales se beneficie de la renovación genética por la combinación de sus genes de sangre azul con los plebeyos de estas decorativas figuras.
2 comentarios:
Está claro que con el mestizaje se consigue mejorar la sangre (no es tan azul) y por consiguiente hay menos tontos.
Un beso, JMD.
Me pasa como ati, no soy seguidora de estas revistas, ya no las ojeo ni en la consulta del dentista.
Publicar un comentario