Comienza una mañana de consulta. Aviso al primer paciente. Le examino a simple vista: es un hombre con sobrepeso y con el rostro congestionado.
- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Qué le ocurre?
- Mi mujer dice que ronco por las noches.
Estoy segura de que su mujer no miente. Lanzo la primera andanada en la frente.
- ¿Fuma?
- Sí.
Era una pregunta casi retórica. Su aspecto ya lo decía por él, eso por no hablar del tufo a tabaco que exhala su persona.
- Pues debe dejarlo - declaro.
Me preparo. Ahora viene la pregunta del millón, esa que me han hecho un millón de veces.
- ¿Qué relación tiene con el ronquido?
¿Por dónde empiezo a contarle? Rinitis, faringitis y bronquitis a los que se añaden problemas digestivos que no contribuyen al buen estado de las vías aéreas ni durante el día, ni durante la noche. Pese a mi disertación no convenzo al paciente que no está dispuesto a abandonar su cajetilla.
Siguiente paciente. Misma rutina de buenos días e interés profesional.
- ¿Qué le ocurre?
- Respiro mal por la nariz.
¿Desviación septal, rinitis, poliposis, algo peor? Sólo hay un modo de salir de dudas: le exploro. El tabique está bien pero la mucosa está inflamada y los cornetes no dejan espacio ni para las burbujas.
- ¿Fuma? (otra cuestión retórica)
- Sí.
- Pues debe dejarlo (creo que la frase "debe dejar de fumar" tendría que figurar en la puerta de mi consulta, para que el paciente la lea en la sala de espera y se conciencie del tema antes de entrar).
- ¿Por qué? Llevo 40 años fumando y he empezado a respirar mal hace sólo unos meses.
Ya estamos. Otro adicto que defiende la inocencia del cigarrillo. Cree que pertenece a una subespecie diferente a la que el tabaco no le afecta. Total, su abuelo fumaba y vivió casi 100 años. Es una lástima que sólo comparta un 25% de sus genes con su famoso abuelo y que no le hayan tocado los de la inmunidad al cigarrillo.
Le explico la ciencia escondida tras el humo: es un irritante que inflama la mucosa, y eso es precisamente lo que a él le sucede. Le mando lavados y sprays, pero su gesto delata que confía en curarse por sí solo porque ni dejará de fumar, ni usará el medicamento.
Vamos a por el tercero. Saludos y pregunta sobre su estado de salud (en la consulta no hay tiempo para preámbulos sociales).
- Siento algo raro que me molesta al tragar. Estoy preocupado porque mi padre y mi hermano murieron de cáncer de garganta.
En este caso el abuelo centenario no cuenta, la herencia no le protege.
- ¿Ud. fuma? - tengo la esperanza de que, con semejantes antecedentes, albergue algo de cordura.
- Casi 3 paquetes al día.
Mi gozo en un pozo, la cordura no forma parte de sus cualidades. Sus tres paquetes me han abierto unos ojos como platos. Está claro que el paciente ha pensado que con la lotería genética no tenía garantías y, si de verdad quería arriesgarse a que le tocase un cáncer, él también tenía que poner algo de su parte.
- ¿Sabe que debe dejarlo?
La esposa me mira resignada, con cara de circunstancias.
- Es que no puedo - es la respuesta.
Si el enfermo dice que no puede, significa que ni siquiera va a intentarlo. Es un caso serio, tomo medidas para motivarlo. Lo primero es ponerme la máscara de severa institutriz.
- Tiene una laringe horrible - le explico mientras le miro, podría habérselo dicho sin necesidad de mirarle pero con la acción combinada resulta más convincente. Por desgracia ni exagero, ni le engaño. - Si no deja de fumar acabará con lo mismo que el resto de su familia, si es que no hay algo de eso ya (sigo sin exagerar).
El paciente palidece. Su expresión de "no puedo" desaparece. El miedo le ha dado el valor suficiente como para plantearse que, a lo mejor, sí que puede. Vamos por buen camino. Lanzo la caballería para instigar la batalla.
- El caso es que no me gusta, no me fío del aspecto: moco, inflamación, costras y zonas parcheadas con diferente color. Debo meterle en quirófano para hacerle una biopsia.
Ya he soltado la bomba. Espero un momento, no demasiado largo, a que asimile mi frase y le haga efecto y paso a calmar los daños (se trata de asustarle, no de ahuyentarle).
- Creo que aún estamos a tiempo de prevenir algo malo, pero una cosa ha de quedar clara: es Ud el que debe poner los medios para solucionarlo, yo no puedo hacer su parte. Le revisaré y estaré encima, puedo ser muy pesada si es necesario, pero me limitaré a darle recomendaciones y a operarle si llega el caso. Ya lo sabe: lo primero es dejar de fumar y lo tiene que hacer desde ya si no desea que, en lugar de una biopsia, en unos meses acabemos por abrirle el cuello.Confieso que me gusta operar pero no desearía llegar a ese extremo.
El paciente asiente, casi casi convencido.
- Le prometo que me lo tomaré en serio.
La mujer arquea las cejas sorprendida, no puede creer que, de verdad, se lo haya propuesto.
Insisto un poco más. Afianzar las ideas en la mente de algunos requiere tesón.
- Sinceramente, eso espero. Si no lo hace es Ud. el que saldrá perjudicado y en su caso, por desgracia, no es una probabilidad sino una certeza. De momento, veremos qué nos encontramos en el quirófano.
Añado algo de política, con lo de los intereses ocultos de la privatización le explico cómo funcionan las cosas y a qué amenazas se enfrenta además de la de su dependencia.
- Es posible (aunque no es un candidato ideal porque no está perfectamente sano, el tabaco le ha pasado factura en varios aspectos) que le llamen desde otro centro y le aseguren que tenemos una larga lista de espera. Si eso sucede sepa que es mentira, si quiere irse a otro hospital puede hacerlo, pero que sea por decisión propia no por un falso motivo.
Aquí le he dejado la puerta abierta para que escape. Es fácil que en cualquier otro lado encuentre a alguien comprensivo con sus debilidades, que no le eche un rapapolvo y le explique las cosas con más dulzura.
El paciente me mira y declara:
- Quiero que me opere Ud. No voy a irme a ningún otro hospital.
¡Sorprendente! Parece que mi agresiva táctica ha surtido efecto, pero es pronto para lanzar las campanas al vuelo. La representación no ha terminado, en este caso tendré que interpretar el papel de institutriz durante una larga temporada para evitar que recaiga.
5 comentarios:
La verdad es que es una pena que la gente esté enganchada al tabaco. Yo creía que "no poder dejar de fumar" era una chorrada pero después de ver el caso de mi suegra, lo dudo mucho.
Para dejar de fumar hay que querer, ser fuerte, ser inteligente y recibir ayuda si fuera necesario. La mayoría de la población mundial esta muy lejos de tener estas características y además no se da cuenta del gasto social y personal que su vicio provoca. Si los matrimonios de este país se plantearan que con el dinero que gastan en tabaco podrían pagar a una asistenta y así evitar un montón de discusiones de pareja, estrés y cansancio, quizás se plantearían intentarlo.
La verdad es que este relato engancha y da para mucho, incluso para hacerse algunas preguntas.
La ilustración de la exuberante cigarrera, como icono publicitario que te anima al consumo, ha pasado a la historia. Ahora publicitan imágenes y mensajes que asustan, sobre todo, a los no fumadores. A los empedernidos el único mensaje que les preocupa es el de “el tabaco produce impotencia” la solución, pedirle a la estanquera que te cambie la cajetilla, da igual cualquier otro rótulo: que produce cáncer o que te vayan a explotar los dientes como rosetas.
¿Habría que prohibir las películas por el hecho de que salgan escenas donde los protagonistas fuman? o mejor ¿se deberían etiquetar a modo de subtítulo?: “no haga lo que hace en esta escena HUMPHREY BOGART”, mientras le está dando una larga calada a un cigarrillo sin boquilla, donde es fácil adivinar que el humo llega hasta el esfínter para retornar a los ollares y salir como si se tratase de un búfalo cabreado en pleno invierno.
¿Habría que reclamar indemnizaciones? ¿Por qué se sigue produciendo, publicitando y vendiendo? ¿Por qué se graba con impuestos? ¿Por qué no se penaliza económicamente la atención sanitaria para el fumador?
¿Y moralmente? ¿Cabría algún reproche? El primer cigarrillo que fumé me lo ofreció mi director espiritual hace cincuenta años.
Con el tabaco igual que con muchas otras cosas de esta vida, lo importante es saber dominarlas. Como dijo Leonardo da Vinci, “Aquel que no aprecia los placeres de esta vida, no los merece”
Hoy es el día sin tabaco y no sé si hay que ponerse un lacito de color “tabaco” en la solapa, o una vitola de puro canario o simplemente hacerle caso al galeno de turno y dejar de fumar, lo que si tengo claro es que es el fumador, y solo él, el que puede abandonar el vicio y eso es tan fácil como hacerse una simple pregunta ¿yo quiero dejar de fumar?
Un beso, JMD.
Además de a la salud, tengo la sensación de que fumar, en un 98,9% de los casos ataca al raciocinio y en muchos casos, igual que conducir, saca el lado más estúpido y "orangutanesco" de las personas. Los que fuman, se ponen a la defensiva constantemente cuando llegan días como el del Dia sin tabaco. Ya nos demostraron su falta de sentido común y sobre todo de respeto cuando la ley antitabaco prohibió fumar en cualquier lugar público. Aún hoy, algunos, siguen preguntando en restaurantes, cuando hay poca gente, si pueden fumar. Estoy cansada de esa pregunta, así que últimamente suelo contestar si puedo robarles 50 euros...
Supongo que con tu profesión más de un día, 2,3,4...te darán ganas de mandarles a la porra. Y lo entiendo.
Yo dejé de fumar hace ya 9 años. Mi padre tuvo que dejarlo porque un cáncer de laringe se lo impuso. Sí, le hicieron el agujero en el cuello y doy fe de que el día que se lo dijeron hubiera dado lo que fuese por no haber dado ni una maldita calada en su vida. Nos creemos que a nosotros no nos va a tocar. Lástima.
Anónimo, no estoy de acuerdo, la pregunta no es tan fácil como YO QUIERO DEJAR DE FUMAR...lamentablemente, es ¿YO QUIERO DEJAR DE VIVIR? o de ¿VIVIR CON CALIDAD? eso es la pregunta.
Yo agradezco la cuña publicitaria, SANIDAD PÚBLICA PARA TODOS, que diste en tu consulta. Aplauso.
Los que nunca habéis fumado, no sabéis lo que es y yo que soy exfumador digo por experiencia propia que esas técnicas aunque se hacen con la mejor intención son inútiles, porque la adicción droga ("placer" instantáneo) puede más que el miedo a morir que es a largo plazo, por lo que recaes con gran facilidad y vuelves al pitillo. Hay personas que no, que tienen la fuerza de voluntad suficiente, pero son la minoría.
Todo fumador, quiere dejarlo, solo que la nicotina lo tiene enganchado, es una droga y de las más adictivas, mas que la heroína y que la cocaína. Solo que sus efectos tardan más en aparecer, pero aparecen.
Si quieres ayudar a una persona a dejar de fumar es regalarle el libro de Allen Carr (Dejar de fumar es fácil si sabes como) y convencerlo para que se lo lea y hasta el final, además de animarlo con los casos de las personas que lo han conseguido.
No me arrepiento de no habérmelo leído antes ya que hay que estar psicológicamente en condiciones y tener la inspiración necesaria, la cual encontré al saber que la Gemela Paloma lo había dejado al leerse este libro que me había llevado a Carboneras el verano pasado y que yo heredé de mi hermana Paloma, así que gracias a las dos.
Felicidades a todos los que ya no fumamos. Anto.
Me encanta la entrada Sol, ya sabes que soy una de las grandes enemigas del tabaco.. Y ojala no fuera de las unicas de mi edad!!
Bea
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