domingo, 5 de mayo de 2013

Dignidad

Hay gente a la que se quiere y cuyas cualidades se admiran de tal modo que el hecho de conocerles te hace desear ser mejor persona. Uno se esmera en superar sus defectos, cultiva su compañía e intenta imitarles para parecerse a esos seres excepcionales. Todo con la pretensión de convertirse en un ser digno de ellos. Curiosamente la dignidad es una virtud exclusivamente propia, que se gana y le pertenece a uno mismo. Es además egoísta e indivisible, no se puede ni repartir, ni entregársela a otro. Ofrecerle a alguien la propia dignidad supone perderla y nadie puede poseer aquello de lo que ya no queda nada.

El pundonor y la dignidad forman parte intrínseca de la felicidad. Al igual que ésta, no aparecen así como así, sólo con sentarse a esperarlos, sino que se requiere un esfuerzo para hacerse con ellos. Un esfuerzo que no termina ahí, ya que luego hay que seguir con el de cuidarlos para mantenerlos. No hay que despistarse para evitar que escapen. Si eso ocurre hay que recoger los pedazos y reconstruirlo de nuevo, desde esos restos, por ridículos que parezcan. Se aprende y se hace más sólido a base de levantarse tras las caídas, por duras que sean, y  por volverse a levantar cada vez que se derrumba. Incluso con frecuencia es necesario recurrir a la ayuda de los demás.

Empero, una vez que se afianza, ya hay algo para ofrecer. No se trata de la dignidad sino de los méritos gracias a los que se ha logrado, los que le hacen a uno sentirse más cerca de sus ídolos y que despiertan el orgullo bueno, el ajeno, ese que les permite a otros presumir de ti y alegrarse contigo.

5 comentarios:

Rafa-MrMagoo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo.... no puedo más que dignamente comerme este pedazo de solomillo que dignamente me ofrece mi cuñao en su casa....feliz dia de la madre!!!, digna, seguro.

Ysabel dijo...

Una vez más, me quedo con tus sabias palabras.
Un beso
Ysabel

Miguel Angel dijo...

Todo muy cierto, y, sobre todo, el esfuerzo necesario para mantener la dignidad y para saber acrecentarla con las experiencias de la vida.

Por eso hay tanta indignidad a nuestro alrededor, por ese culto a lo fácil y lo inmediato.

Yo misma dijo...

Me ha encantado. Sobre todo eso de que ofrecer la propia dignidad supone perderla. De esas entradas que te hacen pensar y las guardas en "favoritas". ¡Gracias!

Anónimo dijo...

La dignidad es como la piel, nacemos con ella. Es la base del respeto, de los derechos y también de las obligaciones. Es el fundamento de las leyes que se promulgan para otorgar derechos fundamentales a las personas: derecho a una vida digna; a una vivienda digna; a una educación digna; a una sanidad digna; a un trabajo digno; a un gobierno digno, en definitiva, a una vida digna.

Como la piel, la dignidad puede sufrir agresiones y dejar heridas pero lo importante, como bien dices, es saber curarla y protegerla y la mejor manera es levantándose, tantas veces como sean necesarias, contra las injusticias en defensa de los legítimos derechos

Como la piel, la dignidad se pierde cuando se consiente, voluntariamente, que algún desalmado te la usurpe, te despelleje. Si esto ocurre te conviertes, irremediablemente, según el género, en un pellejo o en una pelleja.

Tristemente una madre puede perder su dignidad abandonando a sus hijos en el colegio para, paradójicamente, procurarles una vida digna.

Sabes mi debilidad por Audrey Hepburn. Siempre fue digna de mi admiración.

Entrada muy interesante y controvertida. Digna de este blog.

Un beso jmd.