Morir es descansar en paz, y ese deseo es el que se escribe de distintas maneras en el epitafio de todo el que deja atrás el trajín de esta vida, o al menos eso cree. Hay casos en los que ese descanso en paz es pura ironía. ¿Acaso afirmo una herejía? En absoluto, de hecho los primeros en romper la tranquilidad de la víctima son, con frecuencia, los más devotos. Tras el deceso de un ser humano extraordinario (según algunos, ya que como en todo hay casos opinables) se busca el modo de llevarlo a los altares. Independientemente del proceso de beatificación y canonización posterior también hay una serie de sucesos que afectan directamente al cadáver. Si el pobre tiene la desgracia de que el lugar escogido para enterrarle era tan seco como para no permitir la descomposición biológica del cuerpo, sino que se conservó como una momia incorrupta dentro de su tumba, puede contar con ser sacado de ella para pasar a ser expuesto, entero o por partes, en los diferentes santuarios dedicados a su persona. Trocear un cuerpo estaba bien visto por la Iglesia siempre y cuando los restos en cuestión perteneciesen a un santo y se fuesen a dedicar al culto. Es una suerte que la mayoría de los santos se caracterizasen por su polidactilia, gracias a eso las reliquias de sus dedos se han repartido por cientos de lugares del mundo.
La comunidad científica es otra que ha demostrado un interés natural por los cadáveres (o si no que se lo digan a los generosos donantes que han entregado el suyo para que los estudiantes y los médicos podamos disecarlos). En muchos casos no queda títere con cabeza, literalmente. La práctica de ir a buscar huesos a los cementerios todavía está en vigor, o estaba en mi época. Hermanísima me echó de la habitación que compartíamos el día que llevé la bolsa llena de huesos a casa para estudiar. Al igual que mis antecesores, en esos momentos me sentí una incomprendida. Claro que no tanto como durante los siglos de persecución, en los que los propios científicos podían convertirse en especímenes para la experimentación de sus compañeros, si es que su paso por la hoguera dejaba algún resto. Seguro que los restos no iban a ser aprovechados por la Iglesia, salvo que se tratase de algún dedo compartido con algún santo (aunque fuese con una duda razonable).
Los humanistas tampoco se libran de esta acusación. Si un pobre cuerpo tiene la desgracia de, tras haber descansado en paz durante miles y miles de años, ser encontrado, lo que le sucederá sin duda es que los arqueólogos, historiadores, antropólogos y, por supuesto, los conservadores de museos se lanzarán sobre él como buitres. Su lugar de reposo será barrido a conciencia, con un pincel, para recoger hasta la última partícula de su tumba y alrededores. Sus huesos pasarán el examen del Carbono-14, entre otros. Sus tejidos serán observados bajo las lentes del microscopio electrónico y, todos sus secretos, su dieta, historial clínico y hasta la causa de su muerte, saldrán a la luz.
¿Y los escritores? Tampoco son inocentes, especialmente los de teatro. No es que se inspiren mejor delante de un esqueleto sino que en ocasiones le hacen formar parte del atrezzo. Con los actores sucede otro tanto. Bajo semejante asociación ¿cuántos cráneos no se habrán empleado en las representaciones de Hamlet? Por no hablar de las tibias y calaveras de la bandera pirata. Lo de los guionistas de cine y series, incluso hay una que se llama Bones, es imperdonable ¿Quién se inventó los zombis? Sí, sé que no son reales, sino que tan sólo evitan que los vivos durmamos tranquilos ¿Será esa la venganza de los muertos?
De entre todas las alternativas me decanto por la científica. Si no me van a dejar en paz, prefiero que sea tras haber dado mi consentimiento para que alguien aprenda a operar, gracias a mis restos, a los vivos sin riesgo.
PS: No creo que precise aclaración pero espero que nadie me haya tomado en serio.
PS2: La siguiente canción es recomendación de la Señora.
1 comentario:
Yo si te he tomado en serio ya que formo parte de ese colectivo que ha hecho Testamento Vital y he dejado mi cadaver (¿mio?) para la investigación. Mi marido dice que quién va a querer semejante piltrafa y yo le contesto que en qué se cree que se basan los remedios médicos de los que disfruta. . .
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